Los comunistas, que en realidad sólo hemos sido tres, mis dos primos de Dakota del Sur, Elmer y Silas, y yo, Eduardito, somos un grupo humano denso, compacto, uniforme. Nuestras ideas son bloques de corindón, sin fisuras. Los comunistas tienen/tenemos tres ideas. La primera idea se le ocurrió a Elmer, mi primo de Dakota del Norte, ya saben, el hermano de Bob, y consiste en que todos los obreros del mundo utilizaran el mismo idioma. Esto crearía mucha cohesión, pues la comunicación entre, por ejemplo, un talabartero de Mozambique y un verdulero de la provincia de Ontario sería más que fluida y fortalecedora de los lazos de unión inherentes a la clase obrera pancontinental. Y así se llevó a efecto. El bable es por ello el idioma utilizado por todos los trabajadores del mundo, por su sintaxis primaria y abigarrada prosodia, por no hablar de su rico vocabulario y suave sonoridad consonántica.
El comunismo es muy bonito.
Mi otro primo, Silas, el del Carolina del Norte, ya saben, el hermano de Virgil, fue el que intuyó y desarrolló el que sería el segundo pilar y fundamental basamento del pensamiento revolucionario comunista, presentado en sociedad en Kiev, en el transcurso de las sesiones preparatorias para la Tercera Internacional Socialista de 1946. Su idea era que nunca sería suficiente el número de millones de muertos hasta conseguir el número óptimo de miembros del partido que él consideraba como cifra perfecta para la consecución de los objetivos políticos, económicos y sociales del ideario marxista-comunista, es decir, tres. A ello ha dedicado su vida y por ello lo veneramos y otorgamos el honor de representar el paradigma para nuestros hijos y los hijos de nuestras hijas.
El comunismo es que es muy bonito.
La tercera idea es mía. Mi nombre es Eduardito. Soy el primo de Elmer y de Silas, mis primos de Nebraska. Soy ruso y provengo de una familia de rancio abolengo. Los otros tipos de abolengo, los no rancios, siempre los hemos rechazado en Rusia y los hemos depositado en contenedores ad hoc y arrumbado en la orilla derecha del Volga. Mi apellido es Secreto (aten cabos). Soy el orgulloso instigador, creador e implementador de esa tercera idea sustentadora del ideario comunista que nos nutre y vivifica y que ha servido de lanzadera para que todas las masas obreras del planeta nos sigan enfervorecidas, afiebradas, hechizadas por la esperanza en un mundo hermanado por la fuerza productiva y liberada del yugo del sistema alienante capitalista. Soy, ya lo saben todos ustedes, el autor del Libro Blanco, el libro que superó al poco tiempo de ser editado las cifras, tanto de ventas, como de número de ediciones, como de número de lectores a la mismísima Biblia, al Corán y al Talmud, al Quijote y al Principito. Como saben, es un libro de 365 páginas, todas en blanco, no mancilladas ni por una sola letra; libro de obligada lectura (una página cada día del año) por todos y cada uno de los trabajadores del mundo; un vuelco diario de la masa trabajadora en la nada absoluta; un baño multitudinario en un Jordán de vacío y de acogedora blancura; un continuo atravesar una nube clara sin horizonte ni fin. Sumido el obrero en tan preclara lectura, divaga con dulzura en la metáfora inefable de la vida, en el sopor de un ámbito magmático-uterino, sin dolor, sin infecciones disidentes ni rubores de conciencia. Por todo ello, mis primos y yo nos sentimos muy orgullosos de haber creado al Hombre Nuevo, al hombre comunista de hoy, un hombre que, rodeado de millones de muertos a su alrededor, habla en bable con sus émulos, con sus camaradas de todo el mundo, mientras en sus horas libres lee páginas y más páginas de un libro en blanco, en el que se expresa todo lo que puede saber y todo lo que debe esperar: un futuro de paz, sosiego, miseria y muerte. Tengo otros dos primos, uno de llama Pedro y está enfermo de ira, y el otro de llama Pablo y está enfermo de odio. Son enfermos terminales y van a morir pronto.
El comunismo es bonito, pero bonito de verdad.
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