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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



21.12.09

93. Ensayos de ingratitud


          El arroz apenas llegaba para todos los frailes de la abadía. Sin embargo, el abad del monasterio persistía en su empeño de guardar una porción nada desdeñable de ese arroz para dárselo a una zorra que deambulaba por los alrededores del edificio. El animal ya apenas se alejaba de la abadía, sabiendo que un fraile todas las mañanas la buscaba y la llamaba mediante agudos silbidos para darle su más que generosa porción de arroz. Mientras tanto el número de frailes descendía alarmantemente, fallecidos de pura inanición. Llegaron a morir de hambre más de treinta mil frailes por la falta de arroz. La zorra, en simétrica proporción, llegó a pesar cuatro mil arrobas. Era una situación insostenible. Cerca del monasterio había unos billares donde una docena de chinos gárrulos y apestosos regentaban el sucio local. Una chinita, llamada Sagrario Piña Matallana, fregaba con sus cabellos de oro las letrinas de los billares y del monasterio. Comía tan poco como los frailes fallecidos, pero como era muy, pero que muy zorra, el abad, de vez en cuando le daba un poco de arroz a la zorra Sagrario. Cuando la zorra zorra se dio cuenta de que el abad alimentaba a la zorra Sagrario, se la comió. Las letrinas de ambos locales de alterne hedían mucho más que mucho a los tres días de la ingestión vúlpica de la china Piña. Éste, y no otro, es el origen del conocido palíndromo.