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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



29.6.10

156. La realidad catalana


          Sepamos lo que sepamos de la rosa nunca conoceremos lo que piensa y sufre en primavera. Particularmente me importa una higa lo que piensa y sufre una rosa en primavera; una rosa o un melón, claro está. Es más, estoy convencido de que las rosas (o los melones) no experimentan exactamente lo que nosotros denominamos "pensamientos". Aunque adoro la poesía, abomino de los poetas. He asesinado muy poco, apenas nada durante los años que llevo de vida (cincuenta y tres), pero mis víctimas han sido siempre poetas. Hay cosas que deberían de existir sin causa ni origen, ser eternas, quedar al margen de las ciencias inquisitivas que investigan su génesis, y la poesía sería una de estas cosas. Me gusta la idea de una rosa pensante (o de un melón pensante), me la suda el pensamiento en sí. Y aborrezco al miserable que lo plasma en un papiro. El arte en general debería carecer de progenitores. Picasso era un cubo de basura ideológica; Dante, el único cursi de la Baja Edad Media; Lorca, un modelo para anuncios de brillantina; Byron, un cojo bribón; Cervantes, un técnico en bestsellers amanerado; Botero, un tontolculo con glaucomas; Mozart, un niño moña mortecino...

          Hiérome la palma de la mano con el tallo de la rosa.

          Su puta madre.

28.6.10

155. Hasta aquí hemos llegado, María Pilar


          A todo el mundo hoy le ha dado por hablar del liberalismo económico (ya saben: Malthus, Adam Smith, Stuart Mills...). Quizá se deba a que los almendros han florecido o a que los leguleyos castellanos abandonan sus despachos y covachuelas para unir sus destinos a los de La Mesta. Todos hablan hoy de si intervencionismo sí o intervencionismo no, si hay que poner velas al proteccionismo o sumirlo en el albañal del olvido. Yo creo que todo esto se debe al cambio cismático o al calentamiento tribal en el que nos sumen la clase política y sus denostadas biografías. En economía domino varias materias. Soy autor de numerosas recensiones en las mejores revistas profesionales. Tengo columna propia diaria en The Economist y en el Episcopalian Commercial Journal, y he escrito numerosos libros de cuentos infantiles para los hijos de profesores de economía comparada de las principales universidades norteamericanas y canadienses. Soy comisionado de la U.N.E.S.C.O. para las actividades de proselitismo financiero en el Cono Sur, y me ha sido concedida la Medalla del Congreso Norteamericano con distintivo azul por mis servicios desinteresados en la consecución de la supresión de anomalías en los nuevos recortes presupuestarios para las escuelas de niños deficientes afroamericanos de Chicago. Mi nombre es David Ricardo y nací en el condado de Forgainsex, cerca de Bristol.

23.6.10

154. Óperas inacabadas


          Los nombres intercambiables de las flores, de la mayoría de los animales y de los astros. París bien valía haberse llamado Persépolis. Los nombres de los santos. El nombre de los vientos, sus dioses y los templos que los acogen. Nunca el rosario en las manos de mi madre, siempre los granos de luz en el cendal de la bruja joven y seductora. Los nombres, siempre ellos. La madeja (pétalo de Samoa) se devana entre vergas de bambú ("bambú" sí es "bambú", como "sangre" también lo es). Dios nombra como abomina. Somos y tenemos que ser algo, porque alguien escondido en la vorágine de lodo así lo dispuso. Pero el árbol es el horizonte y la niebla acude con presteza a otros nombres no por conocidos menos verdaderos (cadalso, pez, luna...). Gramáticos no faltan en este vergel de letras, si acaso sobran a millares. Nos faltan dioses con gramáticas verdaderas que sólo crean en el sustantivo, que no quieran ser verbo y que desprecien los adjetivos en general y "turbulento" en particular. Iletrados que somos y seremos, pero que acaso no fuimos. El nombre de nuestros pueblos, el nombre de nuestras metas (palabra del diablo, mejor "desfile"). En el infierno, todo bien denominado, dispuesto con corrección, sólo se observa lo nombrable. Súcubos e íncubos, perfectos en su esencia y discretísimos sabedores de todo.

21.6.10

153. Ensayos testiculares


          En la esquina oriental de la plaza se veía el almacén de sextantes de Mr. Pitt. Lleno de sextantes el escaparate y los estantes de la tienda-almacén. Lleno de sextantes el sótano y los altillos de la tienda-almacén. Los sextantes de Mr. Pitt se podría decir, sin faltar a la elegante y aconsejable virtud de la verdad, eran los mejores de la ciudad, e incluso los mejores de todo el condado de Cork. Él mismo los fabricaba utilizando materias primas de primer orden: cedros del Líbano, cobre de Priego, vidrio esloveno, cachemira de mongolia y cuernas de cebú de aquí, del autóctono. Empezó utilizando cebú criollo pero las mediciones de los sextantes demediaban algún gradito de latitud. Su mujer, la primera, de soltera Uganda Kincade (su padre fue el descubridor del río Nbuzúu, afluente del Zambeze, de ahí el nombre de la niña), su primera mujer, decía, fue la que le advirtió de la desviación de los aparatitos y la que le sugirió que utilizara el cebú irlandés, el de toda la vida. Había días de otoño que Mr. Pitt vendía medio millón de sextantes, y eso que no abría por las tardes ni tampoco los fines de semana, tiempo que empleaba en hacer manualmente los aparatos (los sextantes, claro; a estas alturas del relato ya deberían saberlo) y en dar goce carnal a Uganda al principio, y posteriormente a Priscilla, su segunda esposa, de soltera Priscilla Vaughan, hija de Sir Peter Vaughan, archidiácono de Blumbest y lector junior en el Trinity College de Dublín.

18.6.10

152. Bestiario 01


          ZOLIC: Es el estercolero de los Nhutos, pueblo de raigambre selvática y señores de los pantanos. Su aspecto es el de un asno antropomórfico con duras escamas y ojos protuberantes. La ferocidad que lo caracteriza es emblemática pero falsa. Por tanto su victimario es inexistente, lo que no le impide hacerse fuerte en su fama literaria y acordarse con otros homúnculos ciertamente crueles y lesivos, como los Triscos y los Siringos. Su maldad, como veremos es impuesta por las circunstancias, no por imperativo categórico. Recoge el estiércol de las aldeas próximas a los pantanos y zonas lacustres limítrofes y lo deposita bajo los fresnos sagrados del bosque, donde los Nhutos lo devoran al amanecer. Se aloja en el hueco de árboles calcinados y su salmodia flemosa y gorjeante acompaña su sueño inquieto. Cohabita rara vez con ejemplares de su especie, haciéndolo a menudo con aves carroñeras a las que primero decapita y después de la coyunda ingiere. Se cubre en invierno con las plumas de dichas aves y en verano se sumerge en el cieno bituminoso que lo protege del magma de insectos que le rodea. Los Nhutos pagan sus servicios ofreciéndole una doncella en la estación de las anémonas. Zolic se empluma para la ocasión. La doncella fallece antes de llegar a la morada de Zolic, lo que excita sobradamente al estercolero y le hace cometer actos de tal sevicia y venalidad que su descripción rebasa el carácter moral y didáctico de esta obra.

15.6.10

151. Incertidumbre en el Elíseo


          Tengo una pulga deletérea en el centro de mi pecho. Es de una vesania etíope y su crueldad para conmigo es inaudita. Su misma inconsistencia, su tamaño grotesco la hace más diabólica en sus efectos. Su mal es desolador por cuanto nace de algo cercano a la nada. No consigo ahuyentarla, cada día se enraíza con una fuerza mayor en lo más profundo de mis vísceras, y allí sé que se regodea en su insidia infinita. Pensamos que el mal es una masa negra, informe, aterradora en su tamaño oceánico, pero lejos de ello el mal es la punta del más agudo alfiler, la mota de polvo suspendida en el mínimo rayo lunar, es casi la invisibilidad de la más ligera de las sombras. En mi caso es este insecto ínfimo y saltarín que bloquea todo brote de bondad o luz en mi corazón, que cercena nada más nacer cualquier instante de felicidad, que no me deja un ápice de libertad para un pensamiento libre y generoso. Quiero desgarrarme entero con mis propias manos, y lo haría si tuviera la certeza de encontrarlo, aunque fuera entre las telas de mi corazón, que enferma con su presencia día a día, minuto a minuto, lágrima a lágrima. ¿Quién puso a la pulga en mi interior y con qué fin? ¿A qué dios agrada la condición que padezco? ¿Por qué sospecho que la muerte no solucionará nada?

150. All tomorrow's parties


          Jamás me pude enterar por qué me llamo Macedonio. Preguntados mis padres por tal ocurrencia no supieron darme una respuesta. Ellos tampoco recordaban qué circunstancias especiales (porque tuvieron que ser especiales o mínimamente singulares) condujeron a mi inscripción en el Registro Civil con ese nombre. Ningún Macedonio constaba en ninguna de las ramas ya fueran cercanas o remotas de mi árbol genealógico. Mi nacimiento no coincidía con la festividad de san Macedonio Magnus (31 de abril). No teníamos antepasados helenos, y las tendencias religiosas familiares distaban mucho de las profesadas por el patriarca de Constantinopla Makedonios (342-370), practicante de un arrianismo radical y fundador de la secta de los neumatómacos. Tampoco nos gustan a los miembros de mi familia la mezcolanza de trocitos de fruta almibarada. Tan sólo conozco a un Macedonio, de apellido Fernández, escritor uruguayo o argentino, no recuerdo en este momento. Detesto mi nombre. Me gustaría haberme llamado César o Gaetano o Blasillo o Lisípides o Francesc o Malcom o Curzio o Arístides, pero nunca Macedonio, nunca.

6.6.10

149. París era una siesta


          En febrero de 1957 nació Mario Riquelme. Aquel invierno de heladas litúrgicas también nació Tomasito Posadas que, aunque sólo vivió once minutos, dejó una ingente cantidad de nada para repartir entre nadie. Mientras Mario nacía, moría Elia Cercedilla, la abuela de la Albufera, que a sus ciento ocho años bordaba todavía motivos valencianos en las trencas de sus bisnietos. Las personas, ya sean de orden o despojos sociales, nacen y mueren casi todos los días. No recordamos nuestro nacimiento, nadie lo recuerda, por lo que cabe la posibilidad de que sea camelo, de que a algún organismo internacional, ya sea de corte ecuménico o genocida, de carácter filántropo o totalitario, le interese que todos pensemos, sin posibilidad de alternativa, que hemos nacido, que hemos sido concebidos, y que nuestra madre se llama Rafaela, como es mi caso. Pero seguridad en ello no hay. Tampoco está claro eso de que todos morimos, nada sabemos de la muerte, conocemos la de los demás, pero no conocemos detalles de la nuestra. Así que he optado por considerarme eterno. Me sale barato, me evita la sumisión inhóspita a la desagradable nostalgia y me anula la incertidumbre y el miedo al punto final. El presente, como todos sabemos (quizás sea lo único que realmente sabemos), es una mierda soberana, pero con mi nueva condición de ser eterno, disfruto el presente (disfruto la mierda) de una manera distinta, de una manera, por qué no decirlo, divina.

          Buenas tardes.