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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



20.11.09

80. Judit y Holofernes. ¿Qué le vamos a hacer?


          La necesidad imperiosa es como cuando iguanas de otro tiempo siembran su pleistocénica inmovilidad sobre algún abuelo en la salita. Conocemos la salita, porque es nuestra salita, la salita donde consumimos los productos alimenticios, y donde ventoseamos cantando el himno del Getafe, y donde lloramos la salmuera de los recuerdos inhóspitos, y donde vemos Perry Manson, y donde hacemos fundas de ganchillo para los reostatos de los vecinos más allegados. También conocemos a la iguana, que se llama Samuel; es aquella, sí, la que nos trajo el tío Fali de las Indias Occidentales, cuando marchó a las Américas para hacerse pobre después de la guerra, y ya lo creo que lo consiguió. Regresó con su fortuna dilapidada, dos bubas en la entrepierna y la iguana Samuel de regalo para mí. Me hizo mucha ilusión la iguana Samuel, aunque yo hubiera preferido las bubas. Pues eso, a lo que iba, conocemos la salita y la iguana, pero al abuelo no. No sé quién es, no lo conozco, no sé el tiempo que llevará el abuelo en la salita, no habla, parece que está vivo, pero se mueve tanto como la iguana Samuel, a la que no hay quien desprenda del anciano. Se le ha adosado al regazo como sólo saben adosarse los reptiles del Orinoco. He llamado al FBI. Es una necesidad imperiosa la que tengo. Nunca me miran los chinos con los que me cruzo por la calle, pero no sé si esto servirá de ayuda a los agentes gubernamentales. Voy a preparar un Nescafé® con mojicones, que ya estarán a punto de llegar.

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