Todos íbamos en pareja menos J.J., que iba con cerca de seiscientas mujerzuelas. La noche prometía lo que prometen todas las noches, a saber: oscuridad, soledad, sueño y miedo, pero a nosotros nos daba igual porque era de día y hacía un sol radiante y la mañana prometía lo que prometen siempre todas las mañanas: claridad, gentío, vigilia y miedo. J.J. nos invitó a todos a desayunar en un riolè café con salchichas y huevos. Nunca había estado en un riolè. Tampoco conozco un lugar llamado Fontegrús. Las salchichas estaban muy ricas, tan ricas que me comí las mías (12 unidades) más las de una de las mujerzuelas de J.J., en concreto la mujerzuela nº 196, que era vegetariana, así que me zampé otras 12 unidades; por tanto en total fueron 24 salchichas. Después nos fuimos todos a casa del Cardenal Ullastres, presidente a la sazón, del club de Numismática Compleja. Nos recibió con gesto adusto, como suelen recibir los que ostentan la responsabilidad del capelo cardenalicio, pero al ratito ya estábamos todos en una animada conversación o plática distendida y amena. La vida monacal, los urinarios de Ostende, los caramelos de los conventos de Tracia, todos estos y otros muchos temas fueron debatidos en franca camaradería en casa del prelado. A las 14 horas nos marchamos a nuestros respectivos hogares en diversos trolebuses, como mandan las buenas costumbres. Yo me bajé dos paradas antes de lo habitual y entré en el mismo riolè de por la mañana, y me tomé un vermut con algo parecido a las aceitunas.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
17.11.09
79. El efecto Gambler
Todos íbamos en pareja menos J.J., que iba con cerca de seiscientas mujerzuelas. La noche prometía lo que prometen todas las noches, a saber: oscuridad, soledad, sueño y miedo, pero a nosotros nos daba igual porque era de día y hacía un sol radiante y la mañana prometía lo que prometen siempre todas las mañanas: claridad, gentío, vigilia y miedo. J.J. nos invitó a todos a desayunar en un riolè café con salchichas y huevos. Nunca había estado en un riolè. Tampoco conozco un lugar llamado Fontegrús. Las salchichas estaban muy ricas, tan ricas que me comí las mías (12 unidades) más las de una de las mujerzuelas de J.J., en concreto la mujerzuela nº 196, que era vegetariana, así que me zampé otras 12 unidades; por tanto en total fueron 24 salchichas. Después nos fuimos todos a casa del Cardenal Ullastres, presidente a la sazón, del club de Numismática Compleja. Nos recibió con gesto adusto, como suelen recibir los que ostentan la responsabilidad del capelo cardenalicio, pero al ratito ya estábamos todos en una animada conversación o plática distendida y amena. La vida monacal, los urinarios de Ostende, los caramelos de los conventos de Tracia, todos estos y otros muchos temas fueron debatidos en franca camaradería en casa del prelado. A las 14 horas nos marchamos a nuestros respectivos hogares en diversos trolebuses, como mandan las buenas costumbres. Yo me bajé dos paradas antes de lo habitual y entré en el mismo riolè de por la mañana, y me tomé un vermut con algo parecido a las aceitunas.
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