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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



13.11.09

78. Un flirt en Sinaloa


          La Señora recogió los restos de su mirada que había extendido por los humedales. Mientras con la mano libre compone su moño dorado con gesto de automatismo doméstico, con la otra mano aprieta con fuerza el pañuelo rojo que Billy le ha bajado del dormitorio. La tarde renuncia a luchar en un crepúsculo deshilvanado y lívido. La Señora no llora, aunque sus hombros experimentan un ligerísimo temblor que anuncia el pronto espasmo de la angustia, la inminente crisis de llanto y de dolor. Billy, desde la entrada del salón, arruga su sombrero de paja, pidiéndole a Dios que la Señora no llore, que no sufra, que las cosas sean de otra manera. Billy tiene tantas pecas en su cara como anhelos por cumplir. En Navidad ya tendrá dieciséis años y ella le ha prometido un caballo. Es tan buena con él. Querría acercarse a ella, decirle una palabra mágica que la hiciera olvidar todas sus penas, que la hiciera sonreír o, mejor, reír a carcajadas. Pero quizás ni sepa que Billy está allí detrás, esperando a que le diga que se marche. Hasta él llega su olor. ¡Qué bien huele siempre! Huele a lavanda, a limón, a canela, huele como huelen las cosas que jamás serán tuyas y las amas más que a nada en el mundo.

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