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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



16.12.17

413. La prisión de Piedra Hincada


          Las gentes bravas de Murcia, la rudeza de Navarra, la sorna medieval de Melilla, la síntesis de astucia y rebeldía leonesas, el abigarrado letargo andaluz, la concupiscencia cristiana de Valencia, el almíbar moral de Vasconia, la tibieza seminal de los gallegos, el genio crepuscular de Extremadura, la elegante dependencia castellana, el arsenal de ditirambos ceutíes, la prosapia clandestina balear, el síndrome brutal de La Rioja, la puya agreste aragonesa, el clamor de leche cántabro, la mente polinésica de Las Canarias, la enjundia de arcabuz de los astures, los canales tremendistas de Madrid, la meliflua jalea catalana.
          España como puzle hierático, como granos de mijo en sonaja de un dios tan moro como cristiano, España como pastel de vilipendio trufado de gigantes y cabezudos, España loca de atar con moño de charol, con tricornio de terciopelo, España catarí, templaria, masona, menos romana que ibérica, menos atlántica que índica, España sin Portugal (¡qué triste!), tan marrana como judía, tan bereber como goda, llena de pústulas exquisitas, crisol de miasmas flamencos e insectos visigodos, España de blasonado canto y clerecía informe, España de geometría alocada, de suburbios de guirlache, de nauseabundos villorrios, España de gitanos muertos por payos muertos por gitanos leves.
          El cisma que no cesa, la baba calentita que pendula o pendulea o que pende de la comisura bobalicona del preboste que mira endiosado las tetas de la diosa contraria a su acervo ideológico. Es la España de la cisura incesante, que divide el cuerpo eclesial, el cuerpo y la fuerza de seguridad del Estado de Buena Esperanza y Caridad, el cisma del Cuerpo Presente, la escisión de los Cuerpos de Bomberos de las diecisiete Comunidades y de las dos Ciudades Autónomas, el cisma del Toro, del Fútbol, el cisma de la Eurovisión de los pueblos de Europa, de la Europa como proyección neurótica de esta Noción de Nociones Encontradas sobre el concepto de Nación (cuando los más tontos del lugar saben y conocen que una Nación es un concepto que mezcla estos cinco elementos: 1) Dios. 2) Un poquito de bechamel. 3) Los leotardos sudaditos de Tania Doris. 4) Un mal cuadro del Tintoretto, y 5) Un gin-tonic, por favor). Y lo demás son monsergas de extrarradio. La revolución no llegó a esta piel de toro (miel de loro, pie de oro, hiel de moro...). La revolución sigue sin llegar. La revolución no llegará, porque no fuimos, ni somos ni seremos revolucionarios, igual que tampoco somos profetas ni posibilistas ni gimnastas, ni siquiera somos aquello que están ustedes pensando. Entonces, ¿qué somos?
          Respuesta: NO SOMOS. Así es (o asinés). El español no es ni lo va a ser nunca, porque nunca ha sido. Este afán histórico por ser nos condujo siempre a la barbarie. En las etapas menos ontológicas de estas coordenadas geográficas que habitamos, los conflictos habituales se serenaban y la disarmonía de los pueblos integrantes (intrigantes) se diluía a ojos vista de manera pacífica, hasta que un exabrupto de afirmación ensoberbecida surgía en cualquier boñiga feudal o estamento de poder y otra vez nos embarcábamos en disputas sin fin por querer ser alguien, por ideas de reconocimiento internacional, y de nuevo nos sumergíamos en el viscoso puré de las determinaciones nacionales o nacionalistas y llenábamos de muertos las vías romanas, los pasos fronterizos austrohúngaros y las trochas de la Penibética. En este caldivache sociopático nos desarrollamos los celtiberos, pueblo ingenuo y perdulario, de una indolencia infinita y de inconsecuencia lacerante. 
          El día que aprendamos a no ser, a que no siendo, seremos, otro gallo nos cantara. 

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