Ya falta poco para volver a empezar. La noria de los días sin freno y las noches entrecortadas de ansiedades sin fin, pero hay que continuar, seguir escalando la montaña sin cumbre que es la vida. Probablemente el buen humor vendrá de nuevo, sin que haya que llamarlo, vendrá por sí mismo para restañar las fisuras dolorosas de las jornadas, no por rutinarias menos extrañas. Habrá que empezar con los dispositivos torturantes con los que, en el fondo, nos gusta ornar nuestra vida, el añadido al ya lacerante afán de las cosas. Seguir con la codicia de ensanchar un poco más lo que ya no tiene más distensión, seguir hasta el peligro de la rotura. Somos héroes de la nada y lo somos cada vez que sostenemos una mirada indebida, una acción que nos somete, una palabra no debida. Somos la resulta de improbables ecuaciones, cuyas proposiciones nos las ponemos nosotros mismos cada mañana, como un deber más a añadir a los que ya nos propone la misma mañana. Verdugos de nosotros, solicitamos y nos concedemos de continuo la auto-decapitación por un prurito o instinto de penitencia que va más allá de una punición moral. Nos queremos poco y mal. La risa, ese afán hueco, se reviste en nuestros corazones con lo primero que pilla, como si el corazón fuera, que lo es, el armario donde todo va a parar, y de él sacamos la ropa para vestirnos en cualquier ocasión, la mayoría de las veces con la talla inadecuada y los colores discordantes, a veces equipándonos con vestiduras impropias para el clima o la época que corresponde. Así pues, vamos por la vida con una risa muy falsa, vestidos para la ocasión de cualquier manera, culpables y en el fondo muy tristes por no saber por qué. Tras esa franja temporal, tras el interrregno del descanso laboral anual que nos privilegia del resto de la humanidad, nos sometemos de nuevo al imperio de lo absurdo en este bucle productivo de una vida sometida y alienante que nos conducirá al cabo del tiempo a otro tipo de descanso muy temido, pero eterno. Mientras tanto, comprobemos, sigamos comprobando, la fortaleza de nuestro temperamento, la solidez de nuestra naturaleza y el vigor de nuestro carácter enfrentando los diarios fallecimientos, las numerosas muertes diarias a que nos sometemos gustosos, porque alguien nos ha dicho que la vida es sufrimiento, un valle de lágrimas, el largo y tortuoso camino o un proceloso mar de desdichas… El negro humor, porque el humor siempre es negro, nos hará de bálsamo, nos reconfortará bajo su ala oscura, nos armará con el látigo de la ironía y el arcabuz del sarcasmo, para luchar día a día con las ridículas quimeras del mundo, el demonio y la carne.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
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