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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



7.11.14

335. ¿La tienda en casa?


          He escrito en una servilleta de papel del bar de abajo de mi casa un serventesio dedicado a la mujer del administrador de la finca, que a la sazón vive en el principal derecha, y se llama Estrella (su mujer, no el administrador). El serventesio es una estrofa rimada de versos de arte mayor, generalmente endecasílabos, con rima consonante la más de las veces, rimando el primer verso con el tercero y el segundo con el cuarto (ABAB), aunque Becquer y algunos más hacían de su capa un sayo y componían serventesios como Dios les daba a entender, muy libres ellos y muy modernos. Como yo no soy poeta, ni me siento libre ni mucho menos moderno, he compuesto un poema de una sola estrofa, es decir de un solo serventesio, dedicado a mi amor, es decir dedicado a Estrella, la mujer del administrador de fincas, don Sergi Nogué y Verdú. El primer endecasílabo que he plasmado en la servilleta del bar de abajo de mi casa dice así: Te idolatro, oh, Estrella del firmamento. Si cuentan bien, verán que son once sílabas clavadas, aunque en mitad del verso, concretamente en la parte que componen los fonemas "-tro, oh, Es-", se formaliza una sinalefa triple que queda algo forzada, lo sé, pero yo soy un enamorado, no un poeta, como ya ha quedado dicho con anterioridad. El segundo verso del serventesio comienza, se desarrolla y finaliza de la siguiente manera: Mi corazón trepida, trota y vuela. Miren (y/o admiren, en su caso) la concisión de las vocales fuertes y el dinamismo de los verbos, cómo sugieren la idea de movimiento, ese vigoroso músculo cardiaco que se desplaza enamorado por tierra, mar y aire. Este segundo verso deja, al finalizar, paso al tercer verso, quizás el mejor de los cuatros versos del serventesio que escribí en la servilleta de papel del bar de abajo de mi casa. Dice así: Asinés, Estrella, que no te miento. En este tercer verso se impone un cambio, avalado por el abandono del culteranismo gongorino presente en los dos primeros versos, y abriéndose a un cierto conceptismo quevediano, más sonoro y asequible, auspiciado con ese deje de lenguaje popular que orna e ilumina el oscuro zaguán del sentimiento amoroso. La parte meridional de la servilleta de papel del bar de abajo de mi casa acoge solícita el último eslabón de mi serventesio, el colofón de mi estrofa consagrada a mi amor por Estrella, la mujer del administrador de fincas, don Sergi Nogué  y Verdú. Es como sigue: Y si no, que se me muera la abuela. Si señor, así, unificando los dos mundos que sostienen el devenir del hombre en la Tierra: el amor y la muerte. El ser humano reafirmando la verdad de su amor por encima de la muerte que nos acecha desde todos lados. ¡Anda que no! Por tanto la obra queda así:

          Te idolatro, oh, Estrella del firmamento.

          Mi corazón trepida, trota y vuela.

          Asinés, Estrella, que no te miento.

          Y si no, que se me muera la abuela.


          A las 16.30 he metido por debajo de la puerta del piso del Sr. administrador la servilleta con el serventesio. Y he llamado al timbre. Estrella, antes de abrirme la puerta, se ha agachado, ha cogido la servilleta de papel del bar de abajo de mi casa y la ha abierto. Y la ha leído. Rápidamente ha abierto la puerta, me ha abrazado y me ha arrastrado literalmente hasta su cama, donde me ha desnudado con fiereza y se ha desnudado con fiereza. Hemos hecho el amor tres veces con fiereza decreciente. Después nos hemos duchado y me ha preparado para cenar unos salmonetes con ajos de Manchuria, mi plato favorito. Mi vida se puede decir que es sumamente dichosa. Soy catalán, administrador de fincas y mi mujer, Estrellita, también me idolatra.