Mi propio nombre, Zebedeo, inspira propiamente, o se apropia de manera inspirada, un espacio árido en una zona pedregosa dentro de un ámbito desértico que circunda una extensa superficie pulveriforme e inhóspita. Los nombres de los hombres y los nombres de algunas mujeres denotan circunstancias geográficas precisas que no todos los ciudadanos conocen. Igual que cada una de las doce piedras preciosas señala una personalidad diferente, un distinto carácter y un diverso temperamento, así los nombres de los hombres y los nombres de algunas mujeres definen geografías posibles, a veces exactas y a veces con muchas probabilidades de ser verdad. Ahora esperarán que proponga una lista con diferentes nombres y sus correspondientes adscripciones como hice al principio de este artículo con mi propio nombre. Pues no. Ahora voy a analizar el fenotipo de mi peluquero, Alberto. Tiene 31 años, mide lo que miden todos los peluqueros. Su nombre es Juanlu. De tendencia estructuralista en cuanto a posición filosófica, cursó el pos(t)grado en Colonia y se especializó en rizoterapia gestáltica en la Escuela Lacaniana de París (Lacanianne École). Tiene un torso en quilla inversa, caderas en declive, cintura triste y muslos de guirlache. Tiene los pies muy grandes, como todos los indios semínola y posee una sonrisa impropia, ojos de un azul yodado y una nariz de cómica geometría, como la de un boxeador poeta. Sus manos son velludas, de uñas brillantes y su voz es de flauta o de oboe desvencijado. Podía ser mi portero, mi albacea, mi verdugo, pero es mi peluquero y lo amo con la profundidad necesaria. Sus primos le afean su profesión y le arrojan bosta de cebra cuando pasan. A veces lo insultan y le escriben libelos tendenciosos que adjuntan a la hoja parroquial de los domingos. La tercera parte del artículo de hoy es en verdad muy parecida en lo externo a la primera parte y en lo interno a la segunda. Se podría decir que externalizo e interiorizo de forma especular el concepto objeto del artículo. Es como el "bucle del calcetín" de Gödel, pero adaptado a la praxis periodística. Va a quedar muy bonito, ya verán..., pero mejor "en otro momento", como diría un curioso personaje de Burriana.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.