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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



26.8.14

323. Rebosando de admiración por ti, Marcela



        Mirábamos con deleite la gota que caía de su helado de marrón glacé. Resbalaba por sus pechos azules de melón dulce y volátil. Se encrespaban nuestros rizos de antracita, se enturbiaba el foramen de las cúpulas roboides de algún planeta cercano a nuestra galaxia. Era la juventud arisca y abrupta que desembalaba la cornucopia de los abuelos. La pubertad en estado sólido, los rezos que huían y el clamor de los pueblos genitales que usurpaban el poder de la alquimia de todos los nacimientos. Era tiempo de reboleo, de anarquía superada, de hambre golosa y de odios eternos a todos los pueblos de menos de tres mil habitantes. No queríamos ser diputados ni aforados a pellejos incontinentes. Queríamos bufar todo el tiempo y a todas horas mamar de la ubre floreada y alargada de la nada llena. Yo quería sorber y sorber los secantes papeles antiguos de oficinas quemadas de antigüedad, pero algo me impedía, nos impedía el feroz asalto que ansiábamos. Los caballos trinaban y las alondras piafaban, los burros cantaban muy mal lo que muy bien cantaban las mulas del Alentejo. Todos a una: “Aión de obmá, aió”, una y otra vez, la aclamación de los negros subterráneos, las minas a cielo abierto, los autocares destruidos por la molicie de cobradores de traje floreado, por la agresión de abejas cantoras de fados sobrios. Croacia como fin de la boda sin fin del Mediterráneo sin un Borges que llevarse al patíbulo. Ya no leo libros, solo ojeo y hojeo y vuelvo a ojear y a hojear documentos, memorándums y obleas pintadas por monjas cartesianas de Mairena. Las palabras nos sobraban tanto como antaño nos sobraban los conceptos y hogaño los ideales preñados e impresos con amor. No sé explicar nada con la suficiente complejidad para que me entiendan las novias que he dejado muertas en la cuneta de la vida. Porque discrepo con humildad y no con la soberbia de las sastras, porque llueve de manera hiriente en la mañana gélida de esta tierra que me acoge como sólo saben hacerlo aquí. Lloro y me oyen los vecinos del bloque, y ellos, a su vez, se compungen y también lloran por mi pena que traspasa los tabiques. Adoro esa solidaridad que bloquea las miserias de mi bloque, de las gentes de mi bloque, porque yo vivo en un bloque, un espeso bloque lleno de gentes de mármol, un bloque de tabiques delgados como alas de mariposa, lleno de gente pulcra, solidaria, menonitas en su mayoría, con ancestros la mayoría, porque todos provienen de familias anteriores a la suya. Me enternecen, me decapitan con monedas de cobre antiguas y sin valor numismático alguno, pero, aun así, los adoro mucho, casi tanto como a mi madre, que últimamente habita paisajes nebulosos de una tristeza finita y agreste como corresponde a una madre de tendencias jibarizantes y temperamento francés. Sigo con calor, pero sin saber qué ponerme para la fiesta que se avecina. Siempre hay un traje preciso para una determinada fiesta, pero nunca acertamos el feliz casamiento/hermanamiento entre festividad y ropaje adecuado. La muerte nos aleja de necesidades como ésa/ésta. Es por ello/eso/esto que acostumbro ir desnudo por las fiestas, para no pecar de pretencioso, de esnob, de gilipollas enhiesto de enjundia estetiforme y epatante en lo social. Desnudo accedo a la mística de la humildad extrema, a la levitación de lo sencillo en su extremo excelso. Eso me reporta distinción y cierta decadencia romántica, que en el fondo de los fondos es la inquietud que atrae a todo imbécil de pueblo, pero también a todo intelectual a la violeta, que es lo que un servidor de ustedes siempre ha sido y será.
          Alejandro, en cambio, no es ni será mi nombre, pero arguyo muy bien en los contenciosos que se establecen en la comunidad de mi bloque, el de delgados tabiques como hojas de mariposa.