"Me planto en mitad de este damero infinito en el que se está convirtiendo mi vida..." Éste es un bonito comienzo para mi próximo libro. Otro sería éste: "Los picos helados de las lejanas montañas quebraban un horizonte de un azul demoledor..." También muy bonito. Los arranques de los libros son algo verdaderamente importante. Yo nunca leería un libro que comenzara, por ejemplo, así: "Por tanto, la venta de la alquería demandaba una urgente reforma en las leyes arancelarias..." Nunca. Ocurre lo mismo con los finales de las obras literarias. No es lo mismo una novela que acabe "... y la velada luz de los ojos de la diosa, a la vez que oscurecía el mundo de los vivos, abría poco a poco el fulgor enigmático y eterno en el mundo de los muertos.", que otra que ponga punto final con "... y el Conde partió la ballesta arrojándola contra la puerta de la cochiquera." Creo que estarán de acuerdo conmigo en todo lo que estoy diciendo. Sir Walter Scott decía que "las novelas, al menos las que yo he escrito, son el estrafalario resumen de la ambivalencia entre el estilo y la historia narrada, entre el ensamblaje epigramático del discurso y el intercambio costumbrista de pareceres en ámbitos diversos". No diría yo que andaba desencaminado el buen escocés. En la historia de la literatura tenemos variados ejemplos de obras que quebraron las espurias vibraciones del tono intelectual del momento socio-histórico en que nacieron. Desde el Gilgamesh hasta el Ulysses de Joyce la ruptura enardeció a sus autores de manera frívola y al devenir de la cultura de manera abigarrada. Hay un librito, casi un opúsculo, escrito por el autor renacentista cubano Evelio Maní, que ejemplifica todo lo hasta aquí dicho. El título de la obrita es "Me han enajenado el bohío" y fue escrita en el quattrocento, que en el Caribe tuvo unas peculiares connotaciones en cuanto a temas (excesivamente autóctonos) y en cuanto a estilo (excesivamente exótico). El "boom" de la literatura latinoamericana, sin embargo, posee una génesis escandinava evidente y prístina. Borges y yo (bonito y vanidosillo título para una próxima aproximación ensayística: "Borges y yo", "Borges and me"—en inglés), Borges y yo, decía, que amábamos tanto lo boreal, caminábamos cogidos de la mano por los arrabales de Malmström entusiasmados con el declive de los termómetros de galio y con el estrépito de los arenques que reventaban la salmuera de las barricas en los muelles. Ya ciego de vista y casi de esperanza, el maestro me cantaba viejas nanas aprendidas de niño en los frescos verdores de jardines bonaerenses de la boca de su ama de cría noruega, la señora Olsen, que fue la inspiradora de Mamá Rhînna, personaje inolvidable de su famosa narración corta o cuento Las nueces intermitentes. Disculpen si divago, pero en estas agonías del invierno la tos me ha convertido el pecho en un estertor viscoso y doliente. Gracias a la musa de la retórica (¿Polimnia?), que quizás lo sea también, a su pesar, de la demagogia, voy desbrozando estas líneas que intentan llevar la paz y el olvido (es lo mismo) a todos los hogares de España. O a casi todos. O sólo a algunos. Voy a seguir tosiendo.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.