Vem es imbécil. Vym, no. Esto debe quedar claro para el seguimiento ordenado del relato que aquí comienza. Vem y Vym se conocen de haber vertido ambos a la vez once lágrimas en el río Kwai durante la Guerra. La amistad que entonces comenzó a unirles aún perdura, aunque con un ligero matiz de hartazgo no exento de un odio puntual en circunstancias muy precisas, que luego precisaré si así lo considero preciso. Vem es la resultante de la unión carnal de un díscolo petimetre parisino y una recia portuguesa del Alentejo. Vym es, sin embargo, la bisectriz o la apotema de un incierto polígono de personajes ubicuos, promiscuos y proclives a la práctica del sexo en grupo que se dieron a conocer en Lieja y en sus alrededores con el nombre de los "Adoradores de Abraxas". Vem es un imbécil y un agnóstico sin saberlo, necesita que los demás lo admiren y adulen por su forma de masticar, lo que es difícil de conseguir, siendo tan sólo Vym quien le aplaude cuando come. Vym es un ferviente creyente católico y coleccionista intenso. La intensidad de su afán coleccionista le hace acreedor a la admiración del Círculo de Admiradores Intensos. Su colección principal y orgullo de su etnia es la gran colección de fotos de coleccionistas de todos los tiempos y de todos los lugares. Colecciona, en fin, coleccionistas, algo inaudito, poco visto. Esto a Vem lo sobrepasa, le hace sentirse más vulnerable e infinitamente menos seductor que Vym, y por eso, puntualmente le odia. Vym percibe el odio puntual de Vem y se lo devuelve centuplicado en forma de balada melosa con letra guarra en la que menciona las sucias prácticas amatorias de la recia portuguesa que engendró a Vem. Vym y Vem salen juntos los martes por la tarde, día y tarde que reserva Vym para pasear con algún imbécil y, coincidentemente, también destina Vem para salir a pasear con un no-imbécil. Suelen acudir solícitos a los bares del bulevar y sin solicitud alguna a la sesión de los martes de la Cámara de Comercio. A Vem, como es imbécil le gustan los huesos de las aceitunas de los bares del bulevar. A Vym no sólo no le gustan sino que incluso le dan asco. No van nunca al cine porque a los dos les da miedo la oscuridad. El circo los entusiasma, pero a la ciudad sólo llega una vez al año, y siempre es el mismo, el circo de los "Hermanos Asquerosos". Presentan una serie menesterosa y concatenada de números cada cual más informe, con las fieras más demolidas y pestilentes que imaginar se pueda, con añosos trapecistas y payasos hundidos en un deambular abyecto y deprimente. Pero ellos dos salen contentos de la función, casi eufóricos. Luego comen algo azul en el hangar de Joe y se despiden hasta el próximo martes. En la ciudad nadie los quiere porque dejan poca propina en las notarías, porque distraen versos blancos bajo las acacias de la laguna, porque a veces no se los distingue y no se sabe cuál de los dos es el imbécil. Deberían irse a vivir lejos, a otra ciudad, al menos los martes por la tarde. Vym, de tanto dedicarle los martes, se ha afanado en servir al imbécil denodadamente y, como todos sabemos, el denuedo con imbécil se paga con la adherencia amorosa. Por tanto, Vem es amado por Vym y por tanto Vem se deja tocar y lamer por el hombre de los martes, que de vez en cuando le lleva al circo y le regala cartuchitos de huesos de aceitunas que recoge alrededor de las escupideras de los bares del bulevar y que tanto le gustan y le entretienen. Los imbéciles no sienten de verdad el amor, sólo sienten el odio añejo, la venganza pegajosa y el asco bruno y áspero de la falta de un entendimiento claro. Se hartan sin saberlo de ser imbéciles y segregan una maldad verdinosa que no suele llegar a nada truculento o irreversible, aunque a veces, muy pocas, sí llegan a cometer actos truculentos irreversibles y aun tumultuosos, pero éste no fue el caso de Vem, uno de los imbéciles más puros que se conocen en los anales de la Psicología. En la ciudad todos saben que Vym, tarde o temprano, matará a Vem. La muerte violenta de un imbécil computa de manera diferente en la casa de apuestas del Padre Phillip, no así la muerte imbécil de un violento, que computa igual, pero con un matiz de cierto casticismo o folclore local. La ciencia combinatoria, más aún cuando se implementa en antros dirigidos por eclesiásticos, se paraliza y forma grumos estadísticos de ardua digestión. El Padre Phillip era el fundador de los "Adoradores de Abraxas" y quería con locura diocesana a Vym, que ignoraba la genética como sólo lo saben hacer los no-imbéciles y los radiotelegrafistas galeses. Un martes de carnaval Vem y Vym salieron como todos los martes a pasear. Vym se disfrazó de Vem y Vem se disfrazó de Vym disfrazado de Vem (el muy imbécil). Ése fue su gran error cuando, al entrar ambos en el laberinto de los espejos, una ráfaga luminosa y metálica con alma de daga fulminante atravesó el destellante espacio vidriado y fundido de azogues enfrentados y la sangre en combustión confluyó a borbotones sobre aristas de cristales laminados. Los gritos de conmoción persiguieron la estela del asesino en su huida, el cuerpo yacente del imbécil todavía vibraba en un diminuendo de estertores reticentes al pronto fin de la vida. Nunca más se supo en la ciudad del asesino Vym. El Padre Phillip. cerró inopinadamente la casa de apuestas. Un manto de cenizas no-volcánicas cubrió durante seis meses los alrededores de Lieja y la totalidad de los cielos del Alentejo portugués. Las aceitunas sin hueso invadieron la totalidad de los bares de los bulevares del mundo. El circo de los "Hermanos Asquerosos" comenzó a obtener una serie de éxitos clamorosos por el mundo entero. Y todo esto ocurrió de una manera inopinada.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.