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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



6.12.12

275. Nueva cita en Magdeburgo


          No tengo más dinero que el justo para propender resabios de torerillos maltrechos. Suficiente para enamoriscar modistillas turcas o camareras de orfanato, pero no para enmarcar los deseos que tengo de gobernar, aunque sea una pequeña villa del sudeste suizo. El dinero es importante como todo aquello que puede enquistarse. Su carencia lima las aristas del alma y la deja redonda como una moneda recién salida de una ceca ilegal. Bromas aparte, me muero por ser pobre de verdad o rico verdadero, extremos ambos definitivos y plenos. La tibieza de mi regular fortuna, la mediocre cantidad de mis bienes es lo que me tiene enajenado. Como gambas con remordimiento y me hiero la dignidad con el pullover de mercadillo. En mi equilibrio inestable me desclaso socialmente, y económicamente tiendo a la neurosis, cuando no a un verdadero desdoblamiento de la personalidad, creyéndome plebeyo o patricio en días alternos o incluso en una misma jornada. Acabar con los pobres y con los ricos, tal es mi consigna política. La lucha de clases acaba cuando acaba la lucha, al acabar con las clases. Qué fácil resulta la demagogia marxista de demonizar al gordo de chaqué, puro y chistera. Pues bien, yo también apoyo lo anterior sólo si a la vez emputecemos y acribillamos a insultos al famélico con alpargatas y tez mugrienta. Copemos el Centro los del centro. Ya que no obtengo con mi quehacer en la vida la pobreza o la riqueza, propongo disparar a los límites de nuestra sociedad, acabando con los muchos desesperados de la vida y con los beneficiarios de tanta desesperación. Unámonos y, ya que no podemos gobernar nuestra ínsula Barataria, reivindiquemos la mediocridad de nuestros logros, la inutilidad de nuestros afanes, la imposibilidad de nuestros sueños, pero hagámoslo con sangre, acabando con nuestros verdaderos verdugos, aquellos que sumen nuestro entorno natural en un recinto amurallado de donde no podemos salir sin morir en el empeño. Por una mediocridad sin límites, acabemos con los límites.