En los 70 había un grupo americano de rock que se llamaba Black Oak Arkansas. Yo solía tararear sus canciones mientras miraba de noche por las ventanas de los pisos bajos de las calles de mi barrio, por si veía desnudarse a alguna de las esposas de los militares de la base de acuartelamiento cercana. Escondido entre zarzales y montes de basura llegué a observar en una ocasión a la mujer del teniente O'Malley, una negra vigorosa de unos cuarenta años, cuya pierna izquierda ortopédica no mermaba la belleza de su rotundo cuerpo mutilado. Desnuda y ajustándose la prótesis, quise morir de placer en aquel instante, turbado para siempre por aquella imagen gloriosa, robada y aberrante. La imagen de Mrs. O'Malley enraizó hasta el tuétano en mi alma, y allí ha florecido como pétrea presencia hasta hoy, y es seguro que perdurará después de mi muerte. Cuento esta anécdota, esta historia, porque fue lo que originó todo lo que vino después en mi vida.: el comienzo de mi afición a la literatura oscura, mis jaquecas incoercibles en Semana Santa, mi tendencia a las drogas (no a su consumo, sino a coleccionarlas, a atesorarlas), mi gusto por la pintura mural mexicana, mi amor por el trabajo mal hecho, el consumo involuntario de caliche, la progresiva dejación de responsabilidades sociales y familiares, el comienzo y posterior establecimiento de mi vocación y tendencia al latrocinio, mi fervor hacia posturas políticas extremas sean del signo que sean, mis alergias espirituales a los dogmas (vaticanos o no), mis alegrías corporales de los viernes de cuaresma, mis continuos matrimonios morganáticos, mi odio a los entomólogos, mi propensión al consumo de aceitunas, mis trabajos de ingeniería estructuralista de cosos taurinos, mis constantes viajes por las zonas húmedas del planeta, y mis asesinatos rituales (a veces voraces, a veces líricos) de hombres y mujeres que me conocieron sin percibir todas estas potencialidades que me caracterizaban y que me hacían muy superior a ellos, incluso muy superior a sus propios maestros y mentores, y muy superior incluso a sus propios y queridos demonios.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.