+

FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



30.3.10

124. Mediterranean blues


          La Ilíada consta de 15.690 hexámetros. Yo los he contado y es verdad. Se lo dije al humanista y alcalde de Orán, un pasmarote sin visos de remedio, y no conocía ese dato. Sabía, eso sí, que La Ilíada no era una tragedia de esas que Eurípides escribía de vez en cuando. Los humanistas, que de todo conocían y de todo manejaban, eran proclives. Cualquier humanista, ya fuera Luis Vives, Edmundo D'Ory o Fausto Gambhi eran proclives. Es la tendencia que otorga la sabiduría órbica, la pansabiduría. Ellos abarcaban tanto que se proclivaban. Algunos de una manera peligrosa, como el abad del monasterio de San Apuccio, que eran tan proclive, que el día que él menos se pensó llegó a tocar fondo en esto del mundo de la proclividad. Tan aclamado como dicterizado fue el bueno del abad por sus asuntos de proclivación magna. Tras su éxtasis proclivatorio el abad ya nunca volvió al cenobio y acogióse a la confesión que le era más ajena, el confucianismo reformado del eunuco de Taiwan, Jio-Nao. El hexámetro 10.005 de la Ilíada, todo hay que decirlo, aquel que da comienzo a la narración de la agonía de Fratinio, hijo de Epamónides, está mal escrito, muy mal redactado, peor traducido y huele pésimamente. Los demás hexámetros están todos bien, son correctos, pero ése no, ése es una mierda.