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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



3.3.10

118. Petulancia y astrología


          Conocí a un hombre que se casó, primordialmente, por la altísima estimación que sentía por la hermana de su futura esposa. Expliquemos el caso. Este hombre estaba enamorado de su novia y sentía por ella un amor puro y verdadero que los conduciría sin duda al matrimonio. Pero el motivo principal para romper su soltería no fue el amor por ella, sino un sentimiento intenso de cuñadía. Su visión de futuro no contemplaba una unión sentimental de dicha continua con su amada esposa, sino un acercamiento constante a su cuñada, de la que se sentía unido por un lazo más fuerte que el que sentía por su mujer. No piensen nunca que le ocupaban la mente sucios pensamientos o pulsiones pecaminosas respecto a su cuñada. Jamás osaría a nada de eso, es más, físicamente la hermana de su mujer le resultaba grimosa, y la sola idea de estar en el lecho con ella le provocaba bascas numerosas. Él sólo quería ejercer de cuñado a su vera, y cuantas más veces, mejor. Si se puede entender sin demasiado esfuerzo que un hombre se case por el dinero que aporta la novia, el caso de mi amigo se asemeja bastante: él se casó, sobre todo, por su cuñada. No por afán de sentirse cuñado, sino de sentirse cuñado de esa cuñada y no de otra. Su cuñadía lo definía más que cualquier cosa en el mundo. Él había nacido pare ser cuñado de su cuñada. Así es.