A los primeros poetas griegos, que acompañaban sus recitaciones al son de la cítara, se los conocía con el nombre de "aedos". Uno de aquellos aedos, nacido en Patrai y llamado Ixiómenes, componía unos hexámetros delicados y vaporosos que dedicaba a la diosa Polinnea, hija de Letia y Sínibo. La diosa, cuenta el mito, se enamoró de Ixiómenes y cohabitó con él en el templo que la diosa tenía consagrado en la isla de Gyo. El apasionado poeta, demudado de amor y arrebato erótico, compuso sus mejores dáctilos y espondeos, que dedicó a su divina amada. Pero la madre de Polinnea, Letia, igualmente se enamoró de Ixiómenes, y cohabitó con él en el templo que Letia tenía consagrado en la isla de Ulna. El poeta, desquiciado de furor amatorio, siguió componiendo versos universales que suspendían el espíritu y erizaban la piel de los que le escuchaban. Ocurrió entonces que el mismísimo Sínibo, padre de Polinnea y esposo de Letia, al escuchar tan hermosas composiciones poéticas, quedó prendado del joven y sensible aedo, al que tomó bajo su tutela y con el que cohabitó muchas veces en el templo que Sínibo tenía consagrado en la isla de Taxos. El poeta, en esta última isla fue perdiendo poco a poco la inspiración, se volvió indolente, la abulia le ahogaba, y una angustia que no mitigaban las brisas del Egeo se fue adueñando de él, hasta que una mañana de sol hiriente se arrojó desde lo alto de la peña Áulica, que se halla a una altura suficiente para que cualquier persona que se arroje desde ella, se mate seguro.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
17.3.10
121. El secreto de Tara Lynn
A los primeros poetas griegos, que acompañaban sus recitaciones al son de la cítara, se los conocía con el nombre de "aedos". Uno de aquellos aedos, nacido en Patrai y llamado Ixiómenes, componía unos hexámetros delicados y vaporosos que dedicaba a la diosa Polinnea, hija de Letia y Sínibo. La diosa, cuenta el mito, se enamoró de Ixiómenes y cohabitó con él en el templo que la diosa tenía consagrado en la isla de Gyo. El apasionado poeta, demudado de amor y arrebato erótico, compuso sus mejores dáctilos y espondeos, que dedicó a su divina amada. Pero la madre de Polinnea, Letia, igualmente se enamoró de Ixiómenes, y cohabitó con él en el templo que Letia tenía consagrado en la isla de Ulna. El poeta, desquiciado de furor amatorio, siguió componiendo versos universales que suspendían el espíritu y erizaban la piel de los que le escuchaban. Ocurrió entonces que el mismísimo Sínibo, padre de Polinnea y esposo de Letia, al escuchar tan hermosas composiciones poéticas, quedó prendado del joven y sensible aedo, al que tomó bajo su tutela y con el que cohabitó muchas veces en el templo que Sínibo tenía consagrado en la isla de Taxos. El poeta, en esta última isla fue perdiendo poco a poco la inspiración, se volvió indolente, la abulia le ahogaba, y una angustia que no mitigaban las brisas del Egeo se fue adueñando de él, hasta que una mañana de sol hiriente se arrojó desde lo alto de la peña Áulica, que se halla a una altura suficiente para que cualquier persona que se arroje desde ella, se mate seguro.