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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



31.3.10

125. Fidel odia la poesía


          Mientras los bueyes dirimían sus diferencias en los establos del Conde, el señor Stromborn cotejaba documentos en el gabinete de la Condesa. Eran las nueve del mediodía. Una luz cenital incidía en el cendal que cubría, a medias, el fanal donde la Condesa guardaba los utensilios de leer. El señor Stromborn, con el dedo corazón de su mano izquierda en un documento y con el anular de su mano derecha en otro documento, hacía como que cotejaba, pero no cotejaba, qué va. Pensaba en los bueyes que dirimían. Los Condes estaban de viaje por Nueva Caledonia, los criados habían marchado a sus lugares de origen, menos el viejo Hutchingson, que había quedado al cuidado de la masía. Stromborn se quitó las lentes y las puso sobre el desvencijado aguamanil de hojalata, se desvistió y orinó un poco de orina. Luego se puso de nuevo las lentes y se dirigió a los establos. Desnudo como estaba dirimió, aun así, un ratito con los bueyes, hasta que una baja temperatura se le introdujo en el cuerpo y una cosa llevó a la otra, y luego a otra, hasta que murió entre varios estertores. Los Condes, cuando llegaron de Nueva Caledonia dispusieron los sonajeros que trajeron de recuerdo en forma de hipogrifo sobre un mantelito de batista blanco y luego hicieron el amor al son que elaboraban con sus murmullos los bueyes dirimidores.

30.3.10

124. Mediterranean blues


          La Ilíada consta de 15.690 hexámetros. Yo los he contado y es verdad. Se lo dije al humanista y alcalde de Orán, un pasmarote sin visos de remedio, y no conocía ese dato. Sabía, eso sí, que La Ilíada no era una tragedia de esas que Eurípides escribía de vez en cuando. Los humanistas, que de todo conocían y de todo manejaban, eran proclives. Cualquier humanista, ya fuera Luis Vives, Edmundo D'Ory o Fausto Gambhi eran proclives. Es la tendencia que otorga la sabiduría órbica, la pansabiduría. Ellos abarcaban tanto que se proclivaban. Algunos de una manera peligrosa, como el abad del monasterio de San Apuccio, que eran tan proclive, que el día que él menos se pensó llegó a tocar fondo en esto del mundo de la proclividad. Tan aclamado como dicterizado fue el bueno del abad por sus asuntos de proclivación magna. Tras su éxtasis proclivatorio el abad ya nunca volvió al cenobio y acogióse a la confesión que le era más ajena, el confucianismo reformado del eunuco de Taiwan, Jio-Nao. El hexámetro 10.005 de la Ilíada, todo hay que decirlo, aquel que da comienzo a la narración de la agonía de Fratinio, hijo de Epamónides, está mal escrito, muy mal redactado, peor traducido y huele pésimamente. Los demás hexámetros están todos bien, son correctos, pero ése no, ése es una mierda.

24.3.10

123. Al son de la guzla


          Las cárceles se dividen en tres tipos (hay un cuarto tipo, pero tan sólo quedaba un ejemplo, la Cárcel para Mujeres Famosas de Robledo de Chavela, que fue hace poco derruida por presentar aluminosis cuatro de las seis vigas maestras de la capilla). Decíamos que existen canónicamente tres tipos diferentes de cárceles (en ciertos codicilos adjuntos a la obra de Bruno Scaracello, De carcellarum, se hablaba, quizá de manera hiperbólica, de un incierto modelo de presidio que no se supo, ni aún hoy se sabe a ciencia cierta, ni de su existencia ni de su utilidad ni de su localización exacta; parece ser que en dicho presidio el visiglio de la coráspide que reambula la girolona no llegaba hasta el bucle miniado, sino que seguía y seguía hasta el extenuatorio, que se hallaba notablemente más bajo que en las cárceles posteriores, pero como ya he expuesto, esto es algo sumamente hipotético, dada la ausencia de estudios de campo competentes). Por tanto, como íbamos refiriendo, los tres tipos de cárceles (que llamaremos A, B y C, siendo la A la que se generalizó en un principio, la B la que se impuso después, y la C la que toma su vigencia en la actualidad, pudiendo haber ejemplos de los tres tipos al mismo tiempo y en el mismo lugar, es decir, por ejemplo, en Oporto (Portugal) pudiera haber, no digo yo que las haya, una cárcel de tipo A, dos del tipo B y ciento catorce del tipo C), por tanto, los tres tipos de cárceles, decíamos, son los siguientes:

22.3.10

122. La gran estafa de las anchoas


          "...y el bardo bosnio o serbocroata se fue para no volver". Así acaba el cuento que no sé ni sabré. Entre las cosas que no sé, se halla este cuento que así acaba, por lo que podría decirse que en parte sí lo sé, pero también podría decirse que algo sabido sólo en parte no se sabe en realidad, es como si los ejes de tracción de un transporte oruga (caterpillar) se deslizaran por avenidas de tilos y sicomoros. Pero sí me sé un cuento que no diré ni digo. No sé si lo dije. Con los rulos puestos es que no estoy para nada ni para nadie. Me descompone el humor y el carácter la tirantez a que someto mi negro y gitano moño. Soy vicetiple del Salón Marquina de la calle Belvedere y me va muy mal. Canto mal y no tengo caudales para cambiar mi fondo de armario. Canto cada día peor. En mi profesión cantar mal es a veces bueno, pero no sé cuándo ni cómo acertar con mis tristes desafines. Tengo sólo once horquillas para mi moño. No me fían en las mercerías de esta ciudad ni en las de ninguna otra. Voy a hacerme guerrera o mercenaria para asaltar mercerías de todos los continentes conocidos. Mi novia, pues soy lesbiana de las buenas, se llama Hortensia como mi padre, y es buena conmigo, pero pobre como rata de bidón y fea como viuda tártara. El arroz lo hace sonriendo y enseñándome sus mellas. Yo la quiero y ella me quiere, pero no somos felices.

17.3.10

121. El secreto de Tara Lynn


          A los primeros poetas griegos, que acompañaban sus recitaciones al son de la cítara, se los conocía con el nombre de "aedos". Uno de aquellos aedos, nacido en Patrai y llamado Ixiómenes, componía unos hexámetros delicados y vaporosos que dedicaba a la diosa Polinnea, hija de Letia y Sínibo. La diosa, cuenta el mito, se enamoró de Ixiómenes y cohabitó con él en el templo que la diosa tenía consagrado en la isla de Gyo. El apasionado poeta, demudado de amor y arrebato erótico, compuso sus mejores dáctilos y espondeos, que dedicó a su divina amada. Pero la madre de Polinnea, Letia, igualmente se enamoró de Ixiómenes, y cohabitó con él en el templo que Letia tenía consagrado en la isla de Ulna. El poeta, desquiciado de furor amatorio, siguió componiendo versos universales que suspendían el espíritu y erizaban la piel de los que le escuchaban. Ocurrió entonces que el mismísimo Sínibo, padre de Polinnea y esposo de Letia, al escuchar tan hermosas composiciones poéticas, quedó prendado del joven y sensible aedo, al que tomó bajo su tutela y con el que cohabitó muchas veces en el templo que Sínibo tenía consagrado en la isla de Taxos. El poeta, en esta última isla fue perdiendo poco a poco la inspiración, se volvió indolente, la abulia le ahogaba, y una angustia que no mitigaban las brisas del Egeo se fue adueñando de él, hasta que una mañana de sol hiriente se arrojó desde lo alto de la peña Áulica, que se halla a una altura suficiente para que cualquier persona que se arroje desde ella, se mate seguro.

9.3.10

120. Los niños extraterrestres


          "He leído, no sé dónde, las siguientes dos palabras: 'oralidad memoriosa'. Así que, para mañana, me traen una redacción de ciento cuarenta y ocho palabras (148) en las que queden reflejadas sus ideas acerca de estas dos (2) palabras. Recojan y buenas tardes". El Padre Miguélez salió el primero (1º) del aula uno (1) y detrás, en fila de dos (2), todos los alumnos del tercer (3º) grupo de cuarto (4º) de bachillerato. Ya en casa, y después de merendar un (1) bollo de leche con una (1) chocolatina Nestlé, me puse rápidamente a escribir la redacción. Me salió así: "En la península de Jutlandia vivía Mosén Matías y su madre, la prostituta Berenguela, sucia meretriz donde las haya. Tenían en casa un loro y un lacayo llamado Fernandito. Siempre llovía en el bosque adyacente, pero ellos vivían adyacentes al bosque donde tanto llovía, luego sólo conocían la lluvia de lejos y de oídas. El loro, se me olvidaba, no tenía nombre, por eso no lo referí con anterioridad. Fernandito, aunque todos ustedes lo piensen no se comió al loro, porque Fernandito pertenecía a la secta de los Ungarinos Primordiales, que ni comen loros ni acceden a locales climatizados. En busca del Necromicón, libro de sustos editado por fascículos en el Medievo, Mosén Matías encontró y se enamoró del hada Nicocéfala, llamada así por la forma de retorta que mostraba su trenzada cabeza. Ya Mosén no volvió a Jutlandia, y se hizo estanquero en El Tardón. Todavía vive".

4.3.10

119. Cursos gratuitos para desempleados


          Un arte de la cetrería consiste en coserle los párpados a los gavilanes rebeldes con el fin de domarlos mejor. Un arte de la costura castrense consiste en reverdecer el estamento jerárquico con lezna blanda para fosforecer aún más los cementerios gallegos de ultramar. La cetrería y la costura no son tan disímiles como podría parecer a primera vista. En "El agente muerto", Kinsey expone la teoría del "roedor roído": Un ratón nibelino y un lirón morrero se introducen en un hangar equilibrado. Se les abandona. Al cabo de dos años se pinta el exterior del hangar con breves y tenues acuarelas que representen puestas de sol inconsútiles. Se les vuelve a abandonar dos años. El lirón morrero, es de suponer, ya ha terciado, y el ratón nibelino ha mediado en dos ocasiones, pero todo esto es una mera suposición. Pasados los dos últimos años, se arañan las acuarelas con espinas tiernas de atún. Según Kinsey, ambos roedores han mutado en material de escritorio. Es posible y probable, pero no es útil. Aplicado el experimento en centros infantiles de enseñanza avanzada, se observa que los niños adoptan formas oblongas y tienden a desarrollar un carácter que los hace inoperantes tanto para la cetrería como para la costura, pero no así para la experimentación con roedores y gavilanes con blefaritis bilateral.

3.3.10

118. Petulancia y astrología


          Conocí a un hombre que se casó, primordialmente, por la altísima estimación que sentía por la hermana de su futura esposa. Expliquemos el caso. Este hombre estaba enamorado de su novia y sentía por ella un amor puro y verdadero que los conduciría sin duda al matrimonio. Pero el motivo principal para romper su soltería no fue el amor por ella, sino un sentimiento intenso de cuñadía. Su visión de futuro no contemplaba una unión sentimental de dicha continua con su amada esposa, sino un acercamiento constante a su cuñada, de la que se sentía unido por un lazo más fuerte que el que sentía por su mujer. No piensen nunca que le ocupaban la mente sucios pensamientos o pulsiones pecaminosas respecto a su cuñada. Jamás osaría a nada de eso, es más, físicamente la hermana de su mujer le resultaba grimosa, y la sola idea de estar en el lecho con ella le provocaba bascas numerosas. Él sólo quería ejercer de cuñado a su vera, y cuantas más veces, mejor. Si se puede entender sin demasiado esfuerzo que un hombre se case por el dinero que aporta la novia, el caso de mi amigo se asemeja bastante: él se casó, sobre todo, por su cuñada. No por afán de sentirse cuñado, sino de sentirse cuñado de esa cuñada y no de otra. Su cuñadía lo definía más que cualquier cosa en el mundo. Él había nacido pare ser cuñado de su cuñada. Así es.