+

FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



15.10.09

73. Tarsicio es un buen testigo


          Simone de Beauvoir, como es de todos conocido, no obtuvo su primer orgasmo hasta los 39 años, orgasmo provocado por su unión carnal con el escritor estadounidense Nelson Algren. Para el americano fue el orgasmo nº 13.962 y no precisamente uno de los más memorables. Conoció a la francesa durante un torneo de bádminton en Surrey, en el que Nelson obtuvo un honroso undécimo puesto en la clasificación. Simone, abandonando a su marido, Jean-Paul Sartre, frente a una nutritiva bandeja de canapés de ruibarbo con rábanos dulces de Madrás, se dirigió al escritor americano y le propuso la coyunda de manera directa y gesticulante, ya que no sabía hablar inglés. Él, sorprendido, dijo sí varias veces, y ambos se dirigieron disimuladamente a las caballerizas. Allí se amaron durante dieciséis minutos y cuarenta y cinco segundos, tiempo más que suficiente para un coito en territorio británico. El bádminton necesita mucha resistencia aeróbica. Los cristaleros de Bristol manejan unas raquetas especiales llamadas nuffies que, manteniendo la forma clásica de la raqueta de bádminton, poseen una especie de trencillas acabadas en diminutas campanillas y dispuestas en el cabo del mango que, durante el desarrollo del juego, dejan en el aire un lírico y algo disonante concertino que recuerda el crepitar de las alas de libélula en lo más profundo de nuestros sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario