Princesa notó algo parecido a las cosquillas (pudieran ser comezones o pequeños tumbos vibrátiles) en las zonas posteriores de las rodillas, también denominadas corvas en ciertos lugares de la provincia de Madrid (como por ejemplo los alrededores de Robledo de Chavela), y entonces supo que se hallaba probablemente enamorada (o ciertamente encendida de una pasión benéfica y tierna), pero a la vez pudiera ser que la combinación de licores ingerida (Licor 42 o 43, no recuerda, con Red Cul o Bull, no recuerda) fuera la causa originaria de esa extraña sensación en sus miembro inferiores (piernas en su denominación habitual y mayoritaria en toda la Sierra Oeste madrileña, a excepción de Robledo de Chavela, donde se las denomina de otra manera que ahora no recuerdo, se me escapa de la memoria, lo siento). Princesa, pues, tras la fiesta o tras el tiempo de asueto merecido (ya que no todo va a ser trabajar, ellas es enfermera y camionera de bajura) se encuentra probablemente enamorada o ebria, o enamorada y ebria, que todo puede ser. Se halla, de cualquier modo, moderadamente feliz, pero no ve a hombre alguno que le haya provocado el sentimiento amoroso; lo único que ve a su lado izquierdo es un cebú hermoso y orlado con confeti en sus cuernas asimétricas. Él (el cebú) la invita a conocer Laponia, ella acepta. Nadie nunca más los ha vuelto a ver, jamás.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
6.10.09
70. Ellos deben ser gigantes o así
Princesa notó algo parecido a las cosquillas (pudieran ser comezones o pequeños tumbos vibrátiles) en las zonas posteriores de las rodillas, también denominadas corvas en ciertos lugares de la provincia de Madrid (como por ejemplo los alrededores de Robledo de Chavela), y entonces supo que se hallaba probablemente enamorada (o ciertamente encendida de una pasión benéfica y tierna), pero a la vez pudiera ser que la combinación de licores ingerida (Licor 42 o 43, no recuerda, con Red Cul o Bull, no recuerda) fuera la causa originaria de esa extraña sensación en sus miembro inferiores (piernas en su denominación habitual y mayoritaria en toda la Sierra Oeste madrileña, a excepción de Robledo de Chavela, donde se las denomina de otra manera que ahora no recuerdo, se me escapa de la memoria, lo siento). Princesa, pues, tras la fiesta o tras el tiempo de asueto merecido (ya que no todo va a ser trabajar, ellas es enfermera y camionera de bajura) se encuentra probablemente enamorada o ebria, o enamorada y ebria, que todo puede ser. Se halla, de cualquier modo, moderadamente feliz, pero no ve a hombre alguno que le haya provocado el sentimiento amoroso; lo único que ve a su lado izquierdo es un cebú hermoso y orlado con confeti en sus cuernas asimétricas. Él (el cebú) la invita a conocer Laponia, ella acepta. Nadie nunca más los ha vuelto a ver, jamás.
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