El espliego ensoñador se desliza por los senderos oscuros y oblicuos de la colina. Alejadas, las casas somnolientas se desvanecen en la incierta aurora dorada, casi de oropel. La tibieza del aire se adueña de la campiña entera como señora y reina de feudos verdes, amarillos y olorosos. La estación estalla de tomillo, lavanda y mejorana, la alondra surge y resurge de la fronda, una nube atolondrada vaga solitaria e inexperta en un cielo que se aleja raudo de la palidez hacia un vórtice de azules presagiados. Todo ocurre en un suspiro, en un instante de intenso movimiento, de eléctrica vibración. Un alhelí cede bajo el aliento de la libélula, la genista difumina en un ínfimo piélago polinizado su pequeña alma amarilla. Todo se confunde en el orden selecto y natural, en la vida de las cosas, en el tenue concilio vegetal, animal y mineral. Me gusta imaginar que lo que siento fluye hacia abajo y hacia arriba, y que el óleo del pintor ha creado veladuras y matices exclusivos en mi representación, tan exclusivos como los que utiliza para el velo de la doncella, para la brizna de hierba que el viento dispersa por los campos, para el rayo de sol que penetra en la cabaña pequeña, allá en el bosque tierno y frondoso de abedules.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
2.10.09
69. Talking about sex
El espliego ensoñador se desliza por los senderos oscuros y oblicuos de la colina. Alejadas, las casas somnolientas se desvanecen en la incierta aurora dorada, casi de oropel. La tibieza del aire se adueña de la campiña entera como señora y reina de feudos verdes, amarillos y olorosos. La estación estalla de tomillo, lavanda y mejorana, la alondra surge y resurge de la fronda, una nube atolondrada vaga solitaria e inexperta en un cielo que se aleja raudo de la palidez hacia un vórtice de azules presagiados. Todo ocurre en un suspiro, en un instante de intenso movimiento, de eléctrica vibración. Un alhelí cede bajo el aliento de la libélula, la genista difumina en un ínfimo piélago polinizado su pequeña alma amarilla. Todo se confunde en el orden selecto y natural, en la vida de las cosas, en el tenue concilio vegetal, animal y mineral. Me gusta imaginar que lo que siento fluye hacia abajo y hacia arriba, y que el óleo del pintor ha creado veladuras y matices exclusivos en mi representación, tan exclusivos como los que utiliza para el velo de la doncella, para la brizna de hierba que el viento dispersa por los campos, para el rayo de sol que penetra en la cabaña pequeña, allá en el bosque tierno y frondoso de abedules.
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