1.) Habla Haruki de escribir. Habla de forma leve y amable de lo que surge en él como polución nocturna y en los demás como pétreo ataque de migraña. Los lápices de colores son para sus compañeros de profesión plumas estilográficas de sangre o teclas electrificadas. Pero para Haruki escribir es tenue brisa indolente e indolora, notas caligráficas ensambladas a las notas de jazz que envuelven sus días y sus noches de novela.
2.) Nadie me lleva de la mano como Haruki. Nadie, por otro lado, me lleva de la mano habitualmente, me refiero a los autores de novelas. Los sigo, a veces de lejos, a veces de cerca, pero casi nunca me guían y mucho menos me cogen de la mano, Haruki, sí. Y yo me dejo llevar gustoso. La primera vez que caminamos, recuerdo que me enseñó una canción que hablaba de la madera noruega mientras caminábamos por las estaciones de metro de Tokio, y hasta hoy no ha parado de pasear conmigo mostrando su paisaje a mis ojos, que se desorbitan un poco, menos sorprendidos que cómplices.
3.) Muere hoy en mi ciudad un gran escritor del que no tenía la menor idea de su existencia. La prensa lo eleva a los altares de la santidad literaria, y a mí el caso me deja un regusto desagradable, sintiéndome culpable de mi real inoperancia en esto de estar al día de lo que me rodea y casi me roza. Tokio me atrae, sin duda, más que la cornisa del Aljarafe, aunque lazos de sake e historia unieron y unen Coria con Japón.
4.) Creo que yo nunca hubiera imaginado un panorama celestial con dos lunas, una de las cuales no fuera de una circularidad perfecta, aunque difiriera en tamaño de su compañera. Haruki, en cambio, me confunde y fascina: una de las lunas es perfecta, la otra es pequeña, deforme, una degeneración selenítica abollada y perturbadora. La imaginación dentro de la imaginación. El escondite al final del cajoncito pequeño al fondo del mueble con múltiples cajones.
5.) Creamos mundos paralelos, a veces divergentes, creamos caminos conducentes a parajes diversos, inquietantes o felices, escribimos novelas a diario que no quedan plasmadas en un soporte duradero, aunque nada es lo que perdura más allá de la consunción de un planeta o la abolición de una raza. Vivir es escribir, vivir es la palabra, quizás sea el Verbo, quizás la cifra, o el símbolo, o el mito...
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