¡Qué bonito es Barcelona!, hasta el mismísimo grupo de fonemas que la define es bonito, un tetrasílabo perfecto: Bar-ce-lo-na. Ninguna otra combinación silábica (y las he desarrollado todas) es tan hermosa como la original; o, si no, prueben: Lo-na-ce-bar, Ce-bar-lo-na, Bar-lo-na-cer, Na-bar-lo-ce..., ¿a que sí?, ¿a que son palabrejas toscas y cacofónicas? Y qué decir de otro tetrasílabo majestuoso como es el que engloba y acoge al anterior: Cataluña. ¿Habrá cuatro sílabas tan bien dispuestas en nuestro arsenal lingüístico, en nuestro acervo toponímico, tan sutiles y bellas como éstas? Seguro que no. Hagan la prueba anterior de variaciones y combinaciones silábicas y huirán espantados ante semejante afrenta fonética, vean si no: Ña-lu-ca-ta, Ta-ña-lu-ca, Lu-ca-ta-ña, ¡algo espantoso, tremendo! No quisiera extenderme, pero es que lo mismo podría argüir de Tarragona, Palafrugell, Casteldefels, Castellfullit, Torrefeta, Vallfogona... Nombres que exhalan lisuras de sublime armonía, ecos de trémolos barrocos y melodiosas asonancias de equilibrio sonoro sin parangón en las demás geografías y toponimias no solo hispanas, sino planetarias.
Yo es que muero con un tetrasílabo, y si éste es esdrújulo, ya ni les cuento. También muero por todo lo catalán. Es más, sé que en otra vida fui o tuve que ser catalán. Desde adolescente, e incluso antes, recuerdo que se me humedecían (y se me siguen humedeciendo) los ojos en la contemplación de un imposible casteller, ante unos chorreantes calçots, una butifarra reventona, una pasional sardana, en presencia de cualquiera de los productos de la Casa Tarradellas, frente a una foto del propio Tarradellas, ante L'estaca de Lluis Llach, y con las putas de El Paralelo, o el tambor del Bruch, qué sé yo... Creo que el responsable de esta pasión catalana fue mi padre, que me dio nada más nacer un chupete mojado en cava como primicia alimentaria que entraba en mi boca. Gracias a él fui agraciado con esta epifanía, con esta sensibilidad poderosa y abierta hacia todo lo catalán, que penetró en mi cuerpo y en mi alma hasta los mismos tuétanos. Porque, aunque nací en Madrid y fui criado y vivo en Sevilla, yo soy catalán por los cuatro costados, eso es así y así será.
Es por ello que desapruebo esa querencia cateta del resto del Estado Español y de los propios españoles no catalanes a no ver, ni siquiera intuir, la oportunidad que el régimen de libertades cívicas del que gozamos nos brinda para asumir de pleno todos y cada uno de los postulados políticos, culturales, idiomáticos y sociales que la más avanzada sociedad de nuestro país ofrece a todo aquéllos que quieran abrazarla. Lo catalán está ahí para que todos vayamos, unos contritos y otros con alborozo, a sumergirnos en su seno de progreso, cultura y bienestar. Dejemos de darnos la espalda catalanes y castellanos y estrechemos lazos, volteémonos, unámonos, tórax con tórax (pechito con pechito), compartamos la cantimplora. Ellos nos quieren y nosotros debemos quererlos, porque son catalanes y tienen el hecho diferencial del que nosotros carecemos: no se sienten españoles, ¿comprenden?
Yo ya sé decir siete cosas en catalán: "...em cago en la teva puta mare", "...el cony de la teva germana", "...a xuclar a la venta", "...que et donin pel cul", "...a Cadis cal mamar", "...el cabró del teu pare", "...em cago en tots els teus morts"*
* Traduc.: "...qué bonita es Barcelona", "... ¡viva el Barça!", "...por favor, ¿para ir a la Sagrada Familia?", "... ¡que ricas las mongetes con butifarra!, "...la Diagonal es considerablemente larga", "...Cataluña es mejor que Madrid, donde va a parar", "...vamos al Tibidabo".
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