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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



25.2.18

424. Las cloacas de Princenton


          La sal de la vida es a lo que el sistema nervioso propende, el cortocircuito, el límite de su capacidad de sorpresa o de su resistencia al estrés o al eco profundo de la Creación. Nos sentimos vivos en cuanto la vida ha de acabar, al borde del abismo es donde nos sentimos realmente solos, pero también únicos y necesarios. En el calambre feroz que enerva los pelos del alma es donde nos persuadimos de que algo de dioses sí que tenemos, nos conectamos con lo verdadero, con parte de Él. La sal de la vida escuece el horizonte de la muerte, lo disuelve y tal vez lo minimiza, aunque asusta su cercanía y su inexorable verdad. Nos armamos de lo que más a mano tenemos, nuestra voluntad de muerte inconsciente, la vocación eterna de arrimarnos al riesgo de las simas físicas o éticas, a la médula de la hoguera en que convertimos la pesadumbre del diario vivir. Nos sucede como a esos insectos que pululan estólidos alrededor de la cápsula de luz que los destruirá de manera irremisible. Pienso que habito en la superficie de una de las alas de ese insecto sin conciencia que gira y gira alrededor de su luminosa y cierta muerte. Mi voluntad descansa en la inconsciencia del devenir de un estúpido insecto para el que la muerte sólo supone un criterio de cercanía física o estética, nada sucumbe en él, aunque su extinción enlaza con la mía y mi mundo desaparece con el suyo. Pero luego pienso que sobre mi piel se desarrollan y viven miles de colonia de seres vivos unicelulares que saprofitan el detritus de mi piel y dependen igualmente de que mi pulsión, esta soleada mañana de febrero, no sea arrojarme desde la duodécima planta del este edificio donde resido. Este pensamiento que quiere ser pensamiento colegiado, no lo es, pero la unidad ecuménica que formamos es evidente, nada nos diferencia, sólo es cuestión de magnitud. Pero sigo proponiendo que la sal de la vida no puede conllevar una voluntad colectiva, debemos tender cada vez con más tesón a la individualidad, que nos acerca con más sabiduría a nuestro final universal, debemos entonces abordar los pasajes peligrosos de nuestra efímera existencia con mayor asiduidad y no menor elegancia, entendiendo esta elegancia con la sinceridad y sensato placer que nos ofrece el dilapidar parte de nuestra seguridad en aras de un acercamiento y conocimiento de las verdades, que se encuentran más allá de las colinas de nuestra conciencia. Vivir al límite, vivir con riesgo, sobrevivir a la electricidad de todo aquello que enajena, duele, subvierte, degrada o enaltece, vivir sin tope de la experiencia, sin barreras ni aduanas anímicas, con la libertad destrozada por su propia soberanía, atisbar el paisaje que sólo el demente intuye y el beato profetiza. Lo haremos solos, la ayuda no se concibe en el ámbito del mundo unitario y único en el que somos y en el que estamos.
           Dios, esté o no esté, sea o no sea, siempre será y estará detrás de la colina.

24.2.18

423. ¡Putas ostras! (Fucking oysters!)


          El asalto del Castillito de San Fabián trajo consigo la defenestración literal del Duqueconde del Almogrote, pero a su vez, hizo sucumbir la alegre confraternización que existía entre la familia del Castillito y las cofradías labriegas de la comarca. Jon, el pescador de almas, fue testigo del asalto y glosó en sus endechas y quintillas la gesta insigne del hecho guerrero. Monje, trovador, maestro de la lírica agropecuaria y ganadera, Jon era asaz cobarde y otra cosa que ahora no recuerdo. También, cerca de donde estos hechos acaecieron, se encontraba el mar.
          Esta historia que parece trunca, no lo es necesariamente. Aunque no necesita exégesis alguna ni síntesis consecuente, se constituye por sí misma en necesaria, sin que ello afecte a su complitud. No sé si me explico. Supongamos que la historia es efectivamente trunca (que no lo es), pero supongámoslo. Entonces, considerémosla completa, partiendo de la base que conocemos la trunquedad de su origen (que no es tal). Se desliza con suavidad la consecuencia de todo ello, que no es otra que la imagen anfibológica de una realidad secuenciada, pero completa, no trunca, desvirtuada y deslindada de los presupuestos geométricos o lógicos, lo admito, pero perfectamente reconocible y estructurable en el espacio y en el tiempo. La buena fama y lo perdurable de su existencia (me refiero a la fama y perdurabilidad de la complitud) se basan en la suma facilidad con la que cualquier imbécil es capaz de introducirla en un pote de porcelana o barro cocido y archivarla eternamente en los anaqueles adecuados. Pero lo trunco, no. Lo trunco queda relegado al cuarto de las escobas y los productos de limpieza, tan agresivos ellos con todo aquello que en vida no se completó.
          Ahora paso a hablar de Margarita Milfuegos, hija de Silas Milfuegos. Nació trunca de nalgas en la piragua de su abuelo Amílcar Milfuegos en 1889 y murió allí mismo, en la piragua del yayo Amílcar. Su madre, desgraciadamente, se encontraba en aquel momento desdichado del alumbramiento subastándose ella misma, la muy guarra, al peor pujador en la región de Canaima, a orillas del Orinoco.
          Esta historia que parece completa, no lo es necesariamente. Aunque no necesita exégesis alguna ni síntesis consecuente, se constituye por sí misma en necesaria, sin que ello afecte a su trunquedad. No sé si me explico. Supongamos que la historia es efectivamente completa (que no lo es), pero supongámoslo. Entonces, considerémosla trunca, partiendo de la base que conocemos la complitud de su origen (que no es tal). Se desliza con suavidad la consecuencia de todo ello, que no es otra que la imagen anfibológica de una realidad secuenciada, pero trunca, no completa, desvirtuada y deslindada de los presupuestos geométricos o lógicos, lo admito, pero perfectamente reconocible y estructurable en el espacio y en el tiempo. La buena fama y lo perdurable de su existencia (me refiero a la fama y perdurabilidad de la trunquedad) se basan en la suma facilidad con la que cualquier imbécil es capaz de introducirla en un pote de porcelana o barro cocido y archivarla eternamente en los anaqueles adecuados. Pero lo completo, no. Lo completo queda relegado al cuarto de las escobas y los productos de limpieza, tan agresivos ellos con todo aquello que en vida no se truncó.

17.2.18

422. ¡Qué vivan las caenas!


          Paul Churches es un señor inglés con aspecto de chamarilero hondureño o de asesino leve de Melilla. El aspecto es de suma importancia para los que nos dedicamos a la investigación criminal por cuenta ajena. Todos los detectives de aquí semejamos ser detectives de otro lugar y todos denotamos un cierto vestigio pisciforme, es verdad, tenemos aspecto de pez, aunque llevemos revólver y sombrero, y aunque bebamos bourbon y calcemos mocasines Kenny's. Mr. Paul Churches es calvo pero tiene coleta occipital, eso sí, muy grasa y teñida de lila. No suele usar sombrero ni paraguas y habla con acento marcadamente guaraní. Su niñez, he sabido, la pasó en el Paraguay, siendo su madre agregada cultural de la Embajada Británica en Asunción. Tras la muerte de Mrs. Churches en un lamentable accidente doméstico con una depiladora biónica, el joven Mr. Churches regresó a Londres, donde su padre, el viejo Mr. Churches regentaba un próspero negocio de jardinería zen. Desde entonces el joven Paul es investigado. No sabemos por qué, nadie nos ha contratado a ninguno de nosotros para tal fin, pero el caso es que lo investigamos de todas formas, de manera continua y con gran entusiasmo en nuestras pesquisas. Todos los investigadores de Londres nos reunimos una vez a la semana en la sede del PICOL (Colegio Oficial de Investigadores Privados de Londres) donde exponemos y debatimos nuestros hallazgos sobre la vida y obra de Mr. Paul Churches. En la última de nuestras semanales sesiones llegamos a una serie de puntos irrebatibles y consensuados por una mayoría cualificada sobre el asunto Churches, que resumimos en el siguiente decálogo: 

1.) Afirmamos, junto a Nietzsche, que la vida sólo es soportable cuando asumimos la idea irrefutable y consoladora del advenimiento de la muerte.

2.) El tiempo es el concepto más demoledor de cuantos la mente humana ha creado.

3.) Todos los dioses son verdaderos, absolutamente todos.

4.) Sin una idea ecuménica de la Humanidad, la Humanidad está llamada a ser el sumo error de la Creación.

5.) El amor, como concepto, es irrevocable, pero como instrumento, es veleidoso, fútil e innecesario. 

6.) La violencia es inversamente proporcional a la bajeza ética o moral de las sociedades que la instituyen.

7.) El marxismo es la hegemonía del satanismo como el liberalismo es la hegemonía de la cirugía judeocristiana.

8.) La literatura es libertad ficticia, pero la ficción no es libertad literaria.

9.) Nacemos para perpetuar todo aquello que nos apasiona destruir.

10.) Si el alma tuviera forma, la ciencia ya lo hubiera averiguado.

10.2.18

421. Escenas aragonesas


          El estado de pulcritud extrema del Marqués llevaba a pensar en el también extremo grado de sadismo de sus tropelías asesinas. Quizás sus trajes eran incinerados en la caldera del sótano los viernes de madrugada, cuando regresaba de sus correrías sanguinarias empercudido de humores viscosos y jirones de carne torturada. El excelente talante, la cortesía renacentista y la bondad de carácter matutinas contrastarían severamente con la acidia que en la tarde de los jueves iba ganando terreno en la profundidad de las arrugas de su cara, en el surco nasolabial, en el adusto entrecejo, en la profundidad arada de los pliegues de la frente. Sobre las doce de la noche, el Marqués salía con su maletín de piel, montaba en su simón y no volvía hasta la amanecida. Era entonces cuando le oíamos trastear en el sótano durante un buen rato y no volvíamos a notar su presencia hasta bien entrada la mañana, cuando aparecía en el salón con un apetito voraz, aseado, perfumado y con un humor ciertamente angélico. Por aquellos días fue cuando empezaron a salir publicadas en la prensa noticias inquietantes, y a veces espeluznantes, sobre los atroces crímenes llevados a cabo, según las primeras investigaciones de la policía, por un metódico asesino que al parecer seguía un estricto ritual para la realización de sus actividades criminales: asesinaba los jueves, asesinaba sólo a mujeres viudas de muy alta posición económica y lo hacía con un muy ajustado y preciso método repetido en las, hasta ahora, cinco víctimas encontradas. Primero las estrangulaba utilizando las bragas de la pobre desdichada, hasta que perdían la conciencia pero no fallecían. Luego las vestía con ropa de hombre y las amordazaba y ataba a la cama. Es entonces, con la víctima ya despierta, cuando comenzaba un espantoso cortejo de mutilaciones sin fin, que acababan más tarde que pronto con la muerte y posterior descuartizamiento de la mujer, quedando en los cinco casos aparecidos hasta ahora, un número de 45 secciones por mujer asesinada. Los jueves en la ciudad era tradición aristocrática dedicar la tarde a recibir visitas, los salones de las casas señoriales abrían sus puertas a reuniones de tipo cultural, sesiones musicales, lecturas de poesía, reuniones también informales en las que, por grupos, se hablaba de todo y de todos y se tomaba el té o se servían cenas frías, siendo algunas de estas reuniones muy concurridas y alargándose en muchas ocasiones hasta altas horas de la noche. Por tanto, la policía estaría al tanto de que el sospechoso habría de ser alguien que se moviera con total soltura y libertad entre los círculos y ambientes aristocráticos de los jueves. Las cinco mujeres asistieron como invitadas o anfitrionas a alguna de las conspicuas reuniones, lugares en los que sin lugar a duda se relacionaron fatalmente con su satánico verdugo.
          Mi nombre es Adolphe Voinchet y soy mayordomo en la casa del Marqués de Valentinois desde hace veintinueve años. Conozco al Marqués prácticamente desde que era un niño. Todo el servicio lo conoce y ninguno de los miembros de ese servicio podría decir una sola palabra que pusiera en duda la más absoluta corrección, incluso bondad, en el trato del Señor con respecto a cualquiera de ellos. Conmigo mantiene una cercanía de, me atrevería a decir, velada amistad y prudente confianza, una medida cordialidad y cierta irónica complicidad. Nos tenemos un afecto y respeto leal y verdadero. Desde que murió la Marquesa, hace ahora cinco años, esa especie de afecto mutuo se vio estrechado al fallecer mi esposa a los pocos meses de que falleciera la Señora. El dolor acerca mucho a los que sufren desgracias similares.

          De verdad, que cuando lo detuvieron al señor Marqués, yo no me lo podía ni de creer.






420. Visiones de Manolín


          1.) Habla Haruki de escribir. Habla de forma leve y amable de lo que surge en él como polución nocturna y en los demás como pétreo ataque de migraña. Los lápices de colores son para sus compañeros de profesión plumas estilográficas de sangre o teclas electrificadas. Pero para Haruki escribir es tenue brisa indolente e indolora, notas caligráficas ensambladas a las notas de jazz que envuelven sus días y sus noches de novela.
          2.) Nadie me lleva de la mano como Haruki. Nadie, por otro lado, me lleva de la mano habitualmente, me refiero a los autores de novelas. Los sigo, a veces de lejos, a veces de cerca, pero casi nunca me guían y mucho menos me cogen de la mano, Haruki, sí. Y yo me dejo llevar gustoso. La primera vez que caminamos, recuerdo que me enseñó una canción que hablaba de la madera noruega mientras caminábamos por las estaciones de metro de Tokio, y hasta hoy no ha parado de pasear conmigo mostrando su paisaje a mis ojos, que se desorbitan un poco, menos sorprendidos que cómplices.
          3.) Muere hoy en mi ciudad un gran escritor del que no tenía la menor idea de su existencia. La prensa lo eleva a los altares de la santidad literaria, y a mí el caso me deja un regusto desagradable, sintiéndome culpable de mi real inoperancia en esto de estar al día de lo que me rodea y casi me roza. Tokio me atrae, sin duda, más que la cornisa del Aljarafe, aunque lazos de sake e historia unieron y unen Coria con Japón.
          4.) Creo que yo nunca hubiera imaginado un panorama celestial con dos lunas, una de las cuales no fuera de una circularidad perfecta, aunque difiriera en tamaño de su compañera. Haruki, en cambio, me confunde y fascina: una de las lunas es perfecta, la otra es pequeña, deforme, una degeneración selenítica abollada y perturbadora. La imaginación dentro de la imaginación. El escondite al final del cajoncito pequeño al fondo del mueble con múltiples cajones.
          5.) Creamos mundos paralelos, a veces divergentes, creamos caminos conducentes a parajes diversos, inquietantes o felices, escribimos novelas a diario que no quedan plasmadas en un soporte duradero, aunque nada es lo que perdura más allá de la consunción de un planeta o la abolición de una raza. Vivir es escribir, vivir es la palabra, quizás sea el Verbo, quizás la cifra, o el símbolo, o el mito...

3.2.18

419. The Archetypics


          ¡Qué bonito es Barcelona!, hasta el mismísimo grupo de fonemas que la define es bonito, un tetrasílabo perfecto: Bar-ce-lo-na. Ninguna otra combinación silábica (y las he desarrollado todas) es tan hermosa como la original; o, si no, prueben: Lo-na-ce-bar, Ce-bar-lo-na, Bar-lo-na-cer, Na-bar-lo-ce..., ¿a que sí?, ¿a que son palabrejas toscas y cacofónicas? Y qué decir de otro tetrasílabo majestuoso como es el que engloba y acoge al anterior: Cataluña. ¿Habrá cuatro sílabas tan bien dispuestas en nuestro arsenal lingüístico, en nuestro acervo toponímico, tan sutiles y bellas como éstas? Seguro que no. Hagan la prueba anterior de variaciones y combinaciones silábicas y huirán espantados ante semejante afrenta fonética, vean si no: Ña-lu-ca-ta, Ta-ña-lu-ca, Lu-ca-ta-ña, ¡algo espantoso, tremendo! No quisiera extenderme, pero es que lo mismo podría argüir de Tarragona, Palafrugell, Casteldefels, Castellfullit, Torrefeta, Vallfogona... Nombres que exhalan lisuras de sublime armonía, ecos de trémolos barrocos y melodiosas asonancias de equilibrio sonoro sin parangón en las demás geografías y toponimias no solo hispanas, sino planetarias. 
          Yo es que muero con un tetrasílabo, y si éste es esdrújulo, ya ni les cuento. También muero por todo lo catalán. Es más, sé que en otra vida fui o tuve que ser catalán. Desde adolescente, e incluso antes, recuerdo que se me humedecían (y se me siguen humedeciendo) los ojos en la contemplación de un imposible casteller, ante unos chorreantes calçots, una butifarra reventona, una pasional sardana, en presencia de cualquiera de los productos de la Casa Tarradellas, frente a una foto del propio Tarradellas, ante L'estaca de Lluis Llach, y con las putas de El Paralelo, o el tambor del Bruch, qué sé yo... Creo que el responsable de esta pasión catalana fue mi padre, que me dio nada más nacer un chupete mojado en cava como primicia alimentaria que entraba en mi boca. Gracias a él fui agraciado con esta epifanía, con esta sensibilidad poderosa y abierta hacia todo lo catalán, que penetró en mi cuerpo y en mi alma hasta los mismos tuétanos. Porque, aunque nací en Madrid y fui criado y vivo en Sevilla, yo soy catalán por los cuatro costados, eso es así y así será.
          Es por ello que desapruebo esa querencia cateta del resto del Estado Español y de los propios españoles no catalanes a no ver, ni siquiera intuir, la oportunidad que el régimen de libertades cívicas del que gozamos nos brinda para asumir de pleno todos y cada uno de los postulados políticos, culturales, idiomáticos y sociales que la más avanzada sociedad de nuestro país ofrece a todo aquéllos que quieran abrazarla. Lo catalán está ahí para que todos vayamos, unos contritos y otros con alborozo, a sumergirnos en su seno de progreso, cultura y bienestar. Dejemos de darnos la espalda catalanes y castellanos y estrechemos lazos, volteémonos, unámonos, tórax con tórax (pechito con pechito), compartamos la cantimplora. Ellos nos quieren y nosotros debemos quererlos, porque son catalanes y tienen el hecho diferencial del que nosotros carecemos: no se sienten españoles, ¿comprenden? 
          Yo ya sé decir siete cosas en catalán: "...em cago en la teva puta mare", "...el cony de la teva germana", "...a xuclar a la venta", "...que et donin pel cul", "...a Cadis cal mamar", "...el cabró del teu pare", "...em cago en tots els teus morts"*

          * Traduc.: "...qué bonita es Barcelona", "... ¡viva el Barça!", "...por favor, ¿para ir a la Sagrada Familia?", "... ¡que ricas las mongetes con butifarra!, "...la Diagonal es considerablemente larga", "...Cataluña es mejor que Madrid, donde va a parar", "...vamos al Tibidabo".