Es necesario que en este año 1957, que ahora concluye, haga un repaso, aunque sea efímero, aunque sea a vuela pluma, aunque sea somero, de estos casi once meses de vida que llevo viviendo desde el día que nací, es decir, el día 4 de febrero del año que nos ocupa. Once meses abigarrados de sucesos en el que ni uno, óiganme, ni uno de esos sucesos ha significado nada, absolutamente nada para mí. Tan solo puedo describir y de manera muy sucinta sensaciones corporales de calor y frío, de tibieza y humedad, de hiriente perplejidad ante dolores de tipo cólico, que han revertido casi siempre, sumiéndome en un estado de placer y plenitud que a veces terminaba definiendo un proceso de felicidad agudo, pasajero, acompañado de atónitas y pequeñas gesticulaciones nuevamente de perplejidad. Por tanto, la primera noción intelectualmente conceptuada como tal de mi vida, sería la perplejidad. Entre una perplejidad y la siguiente he dormido mucho y profundamente, sin sueños, pues a esa edad no hay patrón empírico donde pueda asirse el mundo onírico todavía por desarrollarse. Me ha dado tiempo en estos once meses de estructurar las que al principio eran sombras circundantes y extrañas —rostros apriorísticos— que devinieron con progresiva aceleración en símbolos formales componentes de una pequeña cosmogonía rica en rituales divertidos y sosegantes la mayoría de las veces. Papá y mamá aparecen como Zéus y Hera en este azulado Olimpo oliente a bálsamo y a talco, a leche agria y a heces vaporosas. Los sonidos contribuyen con sus tonos poliformes a la perplejidad que cubre como manto adventicio mi cerebro apenas labrado por circunvolución alguna. Pero insisto en que la enorme importancia que todo esto tendrá en mi posterior desarrollo como ser humano no la siento todavía, vivo ajeno a toda esta entropía que va generando mi crecimiento, como si a otro le estuviera sucediendo, no a mí, que estoy absorto en llevarme a las encías cualquier objeto que puedan asir mis débiles y sonrosados deditos. Adoro succionar el pecho materno, o la tetina de silicona, o el chupete con forma de conejito dentudo. Lloro unas once o doce veces por semana, pero siempre por causas muy justificadas, que implican higiene, abandono, hambre o dolor, los cuatro puntos cardinales de las desgracias y miserias de un bebé. En realidad, no ha sido este primer año de mi vida una época especialmente dura, podría decir que incluso ha sido un período ciertamente placentero, distraído y confortable. Sé que vendrán época duras, cada vez más duras a medida que vaya cumpliendo años, y esta perplejidad de la que ahora gozo, irá tornando en un perpetuo degradé hacia el miedo, la decepción, la ira y la desesperación. En próximos años les iré informando. De todas formas les deseo a todos ustedes un feliz y venturoso 1958.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
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