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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



21.12.14

342. Un taxista de Malabo


          Tengo un amigo enamorado de Lope de Vega. Me causa gran desazón decirle que Lope falleció en 1635, pero se lo tengo que decir. Él lo busca por las esquinas de la ciudad, por los arrabales, por hospicios y casas de lenocinio, por colmados y casas de labor, sólo piensa en él y en sus sonetos. Apenas come, ha dejado los cuatro o cinco vicios de los cuales disponía para sobrellevar su fatal desclasamiento de la vida y de la muerte. Desde que lo conocí en las alfarerías del lado izquierdo del río siempre estuvo sumido en amores de botijo, amores rasposos, transpirados, rezumantes de humedad verdinosa y que provocaban una cierta dentera en su exposición ante los foros que él elegía, escasos y escondidos. Este amigo del alma gustaba y gusta de vender silicios y disciplinas que él mismo se aplica desde su más tierna infancia. Sus miembros lacerados los muestra en las desiertas playas ciertos jueves de Adviento, cuando apenas hay gente, muy pocos turistas que se avengan a la misericordia y la piedad costera. Sufre porque así lo dicta la ciencia ética alemana, porque las diatribas contra la norma (ya sea a través de la aquiescencia hacia la tecnología nipona o hacia las melodías de Savall) es lo que invade su pobre y atropellada dermis. Sufre no de manera castiza (es el menos castizo de los hombres), sufre como el emperador asirio que no fue, pero que sí lo será, casi con total seguridad a poco que se lo proponga. Poseedor de cualidades perladas, ingenio diamantino y humor áureo, vende y compra baratijas del serrín en los más inhóspitos mercadillos del extrarradio. Ha llorado mucho, pero  ha reído muchísimo más, sin embargo muchas lágrimas las ha vertido porque no acudieron en los momentos en que se las requería, ocupado como estaba en reír. Posee un idiosincrásico egoísmo, tan exacerbado, que pasa por ser un brillante galón en el uniforme del estoico moderno. Es un egoísmo que no molesta a los demás, puesto que se podría decir que presenta rasgos endogámicos. Un egoísmo que se autoabastece, no se nutre de los demás, los demás lo sufrimos de un modo ciertamente inevitable, pero absolutamente colateral. Como amigo que me siento de él, me reconforta saber que jamás podrá recibir ayuda de nadie, ni por supuesto mía, está genéticamente incapacitado para recibir ayuda, también lo está para otorgarla, claro está, y eso le hace una persona no tan dispersa como evanescente, nunca sabes de su presencia, o si lo sabes, jamás sabes de su esencia, tanto es así que a veces he dudado de que la tenga (me cabe intelectualmente pensar lo contrario, que tenga tal cantidad de esencia que sea ésta la que le está realmente ahogando). Bueno es decir que sospecho en él una bondad casi de origen celular que le recorre una y otra vez las sinapsis del cerebro. Esa bondad considero que emanará alguna vez, y lo hará como un espectacular géiser, coincidirá casi con toda seguridad con el día que deje de buscar a Lope por las esquinas.

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