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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



28.1.13

283. Pan con chocolate


          Y sigo leyendo libros, y oyendo música, y comiendo cosas, y sorbiendo mocos, y destilando pensamientos color gris oscuro (casi negro), y fumando hebras de tabaco, y soportando el tedio (siempre infinito) de mis lamentos interiores, y acusando el insoportable olor a indiferencia, y andando pequeñas (o grandes) distancias, y sobrenadando miedos y furias, y riendo con dolor, y sufriendo con una dicha absurda, e intentando comprender lo incomprensible, y rodando en el interior de un bucle rancio y doloso, y manejando pequeños resortes que no mueven grandes cosas (casi siempre, por el contrario, son más pequeñas aún que los propios resortes que manejo), y marcando territorios ya marcados hace tiempo, y escribiendo necedades que tan sólo me provocan un atisbo de onanismo infantil revisitado, y viendo películas (una tras otra), y acudiendo a foros urbanos, y atendiendo a los noticiarios con un fervor demacrado, y viajando a lugares de existencia tan dudosa como la vida que en ellos experimento, y sintiendo los latigazos nocturnos del miedo intracelular (a veces del miedo intramolecular, a veces del miedo subatómico), y bañando mis soledades con una lujuria tan cercana como olvidada, y pecando de manera pausada, intermitente pero constante, y dibujando sistemas (también escenarios, ambientes) en los que sufro menos o sufro de manera muy diferente, y amando (porque  también amo) los lugares propios (los que considero como parte de mi fortuna inmerecida), y odiando (sí, también sigo odiando mucho, o lo bastante como para sentirme hijo del Demonio), y asesinando los minutos que me quedan, y conduciendo por autovías somnolientas, y bebiendo el vino, y tomando el pan, y rezando lo que buenamente me sale del alma, y llorando sin lágrimas muchas veces, y venciendo a mis enemigos todos los días que ellos me vencen a mí, y escupiendo al cielo y al infierno, y turbándome ante las bellezas inconmensurables que el escaparate de la vida me muestra, y sigo estudiando todos los idiomas que no sé o que sí sé, y escalando profundas simas, y descendiendo a los más altos picos de mi mente inerte unas veces o en ebullición plena las menos, y tapándome con la manta recia y áspera de la esperanza, y lavando el buen nombre de los innombrables, y sigo con el pánico a cuestas, y sigo con los intentos de ser un dios del Olimpo (aunque sea pequeño, doméstico), y castigándome por lo que pude hacer y no hice, y bendiciéndome por lo que algunas veces sí hice.