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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



2.5.12

255. Demasiada claridad en Saint Michel


          Desde el dolor fluye más sabia y libre la palabra. Desde el lamento parece que las ideas peregrinas se desvanecen en el humo tóxico de lo perdido y olvidado. Es una triste paradoja que a medida que el cuerpo físico se encadena a un sufrimiento lento y paulatino, el cuerpo psíquico desentumece y a la vez tensa su musculatura y se convierte en un ente ágil y diáfano. Este llanto celular que me conmueve hoy no necesita de la totalidad de mi ser para su progreso de manantial continuo; me deja la paz exigua de mi pensamiento para que juegue a ser un pequeño dios creador de vaguedades literarias, de bagatelas gramaticales tan terapéuticas como insustanciales, pero que devienen en un ápice de vanidad modesta, de soberbia humilde que me relaja por dentro y me deja expedito el camino de la templanza necesaria. No reivindico el dolor porque es superfluo en esta vida de constancia dolorosa; la lágrima por sí misma no trasciende más allá de su momento. Sólo expreso que el lamento de estar vivo emociona ciertas terminaciones nerviosas ejecutoras de símbolos nuevos cada día. Sin esa atroz angustia cotidiana la mente divaga obtusa, inerme en un magma de naturaleza amniótica, horizontal, equidistante y roma. Nacemos del dolor y hacia el dolor caminan nuestros pasos. Entre ambos puntos existimos. Entre el alfa y el omega de nuestra vida luchamos con denuedo frente a la adversidad, sabiendo de antemano nuestra derrota y delirando victorias espurias con la mentira de nuestras pobres defensas imaginarias. Ni propongo abogar por la inoperancia en la lucha, ni dejar de lado la vanagloria de los ocasionales y ciertos triunfos, tan sólo quiero dejar al descubierto la posibilidad de una amnistía feroz, de una simbiosis catártica con todo aquello que día a día nos subvierte el cuerpo y el alma. Porque si el dolor fustiga cruelmente nuestros miembros, también acrisola nuestra breve inteligencia y nos fortalece la vena creadora, ese resquicio que Dios dejó en algún lugar de nuestro cerebro, no sé si de manera intencionada, y que constituye el reservorio natural donde anida y se desarrolla aquello que nos diferencia de todo lo demás, y que no es otra cosa que el poder evocar aquella Creación o lo que es lo mismo, el poder mecer la cuna del arte.