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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
29.8.10
173. Una estampa floral desvaída
28.8.10
172. El cancionero romaní (Extracto)
27.8.10
171. Tierna muerte, acude a mí
24.8.10
170. El mejor amigo de don Juan Carlos
Segunda parte del silogismo: la hulla galesa posee un poder calorífico muy superior a la hulla de la cuenca del Nervión. Aquí, en esta premisa, no tengo nada que añadir; las cosas son como son; para demagogias ya nos basta y nos sobra con Mosén Agustí.
La conclusión: la conclusión (se ve desde lejos) no será lógica sino paragógica, y la dejo en sus manos. Les daré una pista: hubo en Versalles un jardinero de nombre Maurice, que fumaba una mezcla de tabaco antillano y polvo de dinamita. Su cabeza rodó, como tantas otras, en la plaza de la Concordia. Si Jacques Derrida hubiera deambulado por las calles de París en los tiempos de la Comuna, no se hubiera derramado tanta sangre, o tal vez sí, pero de otra manera.
23.8.10
169. Todos somos estadounidenses
22.8.10
168. Voluptuosa Jennie
Diocles, auriga famosísimo en su tiempo, era nacido en Hispania. Ganó 1.462 carreras durante su larga trayectoria profesional, y se retiró en el año 146 d. C., cumplidos los 42 años. Su fortuna alcanzó la cifra de 35 millones de sestercios. Roma lo adoraba. Su dorado retiro en Marsilia, no obstante, duró algo menos de un año, pues el emperador Diocleciano le obligó a aceptar el cargo de procónsul en la región de Tracia. Diocles, sin ninguna experiencia en asuntos diplomáticos, consiguió sin proponérselo enemistar a las tribus de la costa con los clanes de la montaña, originando a la postre una guerra civil en el territorio tracio que diezmó la población y desestabilizó esa importante zona del Imperio. Llamado a Roma con premura, el emperador lo humilló frente al Senado, arrancándole personalmente los cingulae de la fibula y obligándole a volver no al circo en calidad de auriga, sino al anfiteatro en calidad de gladiador. En su primer combate perdió el ojo derecho y el brazo izquierdo. En su segundo y último combate perdió el ojo izquierdo y el brazo derecho. Manco y ciego, pero con su fortuna intacta, intentó volver a Marsilia, pero la tríada capitolina formada por Júpiter, Juno y Minerva, dispuso que una tempestad devorara la embarcación en que Diocles intentaba escapar de su negro destino. El desastre ocurrió al norte de la isla de Córcega, a cuatro millas marinas del cabo Orsini, cerca del pequeño puerto de Montecaffino, pueblecito donde diez siglos después nacería el insigne poeta corso Ariosto Ariani.
18.8.10
167. El ciervo y la gusana
Un beso muy gordo, te quiero:
Mari Puri.
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