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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



16.2.10

115. La hiperplasia benigna de próstata (HBP)


          Una habitación de unos seis o siete metros cuadrados. En el centro hay una mesa con un tapete de hule de un verde desvaído y sucio, y una silla. En una de la paredes hay dos cuadros, uno a cada lado de la única ventana, cerrada y con los visillos amarillentos echados. Uno de los cuadros es un retrato de cuerpo entero de un caballero ataviado con los ropajes severos de la Orden de Calatrava. El otro cuadro en un paisaje renacentista. En primer plano unos pastores rezan arrodillados a la entrada de una cueva iluminada. Al fondo se ve una extensa pradera atravesada por un riachuelo. Un ocaso de ocres y bermellones estalla en el firmamento. A la derecha hay una puerta cerrada. De su parte superior cuelga de un gancho metálico un roído gabán gris y un gastado sombrero negro. En las otras dos paredes sólo hay manchas de humedad, dispares y azarosas. Una bombilla encendida y desnuda ilumina pobremente la estancia. En la silla está sentado un hombre. Tiene los brazos extendidos sobre el hule. Lleva varias horas en un estado de absoluta quietud. Todavía no ha entrado en la edad de la vejez, pero sus canas indican que se halla cerca. Sobre la mesa hay una brújula.

          En un instante, el hombre comenzará a sentir un ligero temblor en su mano derecha.