Sigo con los dedos índice y corazón, dando golpecitos sobre el hule de la mesa de la cocina, los sones luminarios de la kora de Toumani Diabaté. La kora es un instrumento de cuerda de origen malinés o senegalés o gambiano, qué más da. Tengo a Toumani frente a mí. Es un negro fibroso y grande, con rasgos menos pronunciados que etéreamente definidos, es decir, sus rasgos dibujan ancestrales rasgos de carácter tribal sin arrostrar visiones o pensamientos soberbios o poderosos. Sorbe el café que le preparo con deleitosos ruiditos labiales y una sonrisa de beatitud oscura que opaca la atmósfera de la cocina. Los sonidos de la kora se clavan en las sartenes como dardos atómicos, también se clavan en los cazos de cobre como rayos cósmicos, y también en los puchero, pero como haces de luz sideral. Los dardos, rayos y haces reverberan en todas direcciones y me hacen recordar días no vividos, aquellos días de inacción y disgregación donde nada era imposible porque todo lo era. La magia prudente de estos sonidos derrumba concepciones animistas y resuelve cuestiones de geopolítica atrasada y de unionismos decadentes y protoraciales. Lo que intento expresar es que el negro sorbe tomando café y es feliz dándole a la kora, y que yo puedo acceder a esa felicidad si le disparo en la cara para que no sorba y deje de tocar la kora maldita. Sería preferible que sorbiera la kora y metiera los dedos en el ardiente café, o que regresara a Malí o al Senegal o a Gambia, qué más da. Lo dejo y salgo a la calle a pasear infames pensamientos que dejarán las aceras de mi barrio llenas de ideas excrementicias que no recojo y que sedimentarán odios y ojerizas en los comerciantes trashumantes de la zona. Que se jodan. Me anima esa podredumbre que rechazo de mi mente enferma, me vacuna su salida y deposición en el asfalto suburbial de la ciudad que habito casi en soledad perpetua. Regreso con viandas a punto de perecer para que el negro coma. Sólo come alimentos de cocción difícil, es por ello que le traigo fufu, maafe y batata arriana. Él se prepara sus comistrajos mientras yo encero la panza de la kora con grasa de caballo jerezano y lustro las cuerdas con sebo agreste de cebú. Toumani y yo nunca hablamos mal de nadie, en realidad nunca hablamos de nada porque me crispa y le crispa los timbres de voz correspondientes, así que optamos por la mueca y el gesto, ya sea condescendiente o despreciativo, según las características del hecho que origina la comunicación. El hecho incuestionable de que yo sea también negro dificulta sobremanera nuestra relación. El no puede comprender que de puertas para adentro yo soy criollo, criollo hasta no poder más, con pensamiento criollo, desarrollo cognitivo y conductual criollo a más no poder, con modos y costumbres de praxis absolutamente criolla. Es eso y no otra cosa lo que nos hace vivir un imposible categórico y desechar de nuestro pensamiento un futuro compartido en estratos más elevados del espectro sentimental.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
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