...y sí, es evidente que el dinosaurio sigue ahí, arrancando los brotes tiernos de las ramas más altas de los fresnos que menudean alrededor del pozo y masticándolos con la parsimonia mandibular propia de estos descomunales animales. También es evidente que yo sigo aquí sentado, apoyada la espalda contra las piedras lisas del pozo y ya despierto, los ojos aún letárgicos en la última inercia del sueño, pero dispuestos a la nueva vigilia. No sé el tiempo que dormí, tampoco reconozco dónde estoy ni qué soy, pero me siento parte integrante de lo que veo, conozco el nombre de las cosas, pero no el mío. Me levanto con dolor y me cuesta mucho comenzar a andar, las rodillas crujen y los brazos pesan como si fueran de plomo. Intento recordar, pero el olvido que me invade me provoca algo parecido al placer, como si estuviera protegido, a salvo, confortablemente instalado en mi hábitat natural. Detrás del dinosaurio, a lo lejos, unas chimeneas muy altas expelen un humo amarillo que perturba la visión de los tres soles declinantes. Aromas de mirto y canela siembran el aire de vapores extraordinarios en un escenario de realidad impalpable o de palpable irrealidad, todo inmerso en una textura sensual y onírica. El decorado va cambiando mientras me desplazo, como un diorama que me rodease sin repetir escenas. Sin embargo el dinosaurio sigue allí, quizá sea otro dinosaurio. Bajo sus patas colosales la hierba azul desprende su savia odorífera y pegajosa y se mezcla con la tierra roja trufada de escarabajos pardos, negros y laboriosos. Cruzo amplias y desiertas autopistas, atisbo en el horizonte trenes desmedidos, veloces como pensamientos, silenciosos como el olvido. El olvido. Lo vivido. Mi vida que no siento. El tiempo fracturado, el tiempo que habrá terminado o que habrá comenzado, el espacio temporal de este interregno en que despierto de la vigilia y duermo el sueño de una inconsciencia definida y plena. Los pasos que doy explican distancias que mis piernas no entienden y sé que deambulo por estos confines en una suerte de designio estocástico, tan arbitrario como la dirección que toma la nube roja que persigue juguetona a aquella bandada de pájaros de cristal. Podría ser que aún sueño y que todo es la falsa realidad de la noche, la desconexión inconsciente de la conciencia, podría ser..., sin embargo el dinosaurio deja de mascar por un momento, gira con gran lentitud su cuello eterno y me mira con solemnidad. Camine por donde camine, él siempre está ahí. En su pupila se expande el cosmos, negro, con puntos de luz estelar, terrible y neutro. De sus fauces terrosas nace el aliento que todo cubre y que todo humedece. Así continúo absorto mi camino en esta singular naturaleza de espectros telúricos y visiones miríficas. Sin recuerdos, sin proyectos, ahogado en un presente de plenitud mensurable en un universo inconmensurable. Sin deseos ni anhelos, sin pasión alguna que enturbie mi sendero, sin vergüenza ni rencor que encienda mi pensamiento, sin ceder ni oponerme a nada ni a nadie. No hay combate, no hay denuedo, sólo sigo este camino que me asimila y al que me adhiero con obediencia, escribiendo la página en blanco de mi conciencia nueva con la tinta de lo que veo, de lo que oigo, de lo que huelo y saboreo, de lo que toco. Sospecho mi soledad, aunque detrás de aquella colina azul hay grúas que se mueven, y más allá veo la caída de grandes árboles que han sido talados, y construcciones gigantescas, y barcos en un horizonte náutico y acerado. Nubes multicolores forman un cielo caleidoscópico, cambiante, que hacen de la luz un juego de prismas, convertida en una fina lluvia de fotones infinita. Pero siempre que mi mente se concentra, el dinosaurio sigue allí. No me sigue ni persigue, simplemente está allí. Forma parte de mí o forma parte de la vida que llevo desde que desperté, o soy parte de su sueño, de su pensamiento, soy tan solo un punto móvil en su campo visual. Soy en la medida que él es. Sin él, yo no soy. He nacido o he renacido, de momento no puedo resolver esta cuestión. En este magma de inmanencias y trascendencias de las que no me siento partícipe, nada viene a mí y nada huye de mí, soy sin sentido en un sinsentido que, al ser pleno, contiene el germen de la razón pura. Las acometidas de forma y fondo que acompañan mi camino me hacen añorar dimensiones desconocidas, que sé cercanas, al alcance de mi mano, pero ingobernables para un ser adimensional como yo. Pienso "yo" y algo se resquebraja en una parte muy profunda de mí, como si al descubrir la combinación que abre la cripta, viera el cáliz de sangre quebrado y profanado. Ni persona ni hombre ni bestia, ni flor ni roca, sólo una bruma sutil en la sombra de un olvido, sólo bruma de recuerdo, de pasado, de muerte lejana y remoto nacimiento. Ideas con dureza de obsidiana, pensamientos férreos y sentimientos pesados como el mercurio en este mundo de decorado infinito, blando y tenue como el éter, al que rodea este cielo luminoso de planetas de algodón, de estrellas que pululan como luciérnagas alrededor de mundos irisados. Y lejos, muy lejos, la hecatombe de cometas deja un rumor como de sinfonía esencial, música de eternidad que dilata la pupila del alma y dulcifica el futuro inmediato. Un cansancio inmemorial enlentece todos los músculos de mi cuerpo, mis órganos aminoran su flujo enzimático, y el cerebro difumina la pasión de las sinapsis, dejándolas como una malla inerte que, muy despacio, me dispone a un letargo indefinido, poderoso, imbatible. Detengo mis pasos en el mismo pozo, o en otro quizás, apoyo mi espalda en él, sentado sobre un césped azulado, el sueño me vence, mis dedos se enredan en la hierba y un insecto de caparazón rojo sube por mi brazo. Aún me da tiempo de sentir a mi lado la presencia del dinosaurio, y creo que se está riendo.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
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