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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



22.11.15

364. Oasis de mutación



        El oligarca y el plutócrata, al alimón, veneraban la pequeña figurita de la virgen prehistórica de rasgos esteatopígicos, que encontraron en las excavaciones de verano en la meseta etíope de El Awash. El oligarca, que se llamaba Pluto, y el plutócrata, que se llamaba Oli, eran amigos desde los tiempos de las dictaduras férreas del Pacífico, cuando el malva obsceno del Mar de la China tomó aquel color ocre a consecuencias de la sangre vertida en sus orillas. Oli y Pluto, amantes de lo antiguo y arqueólogos diletantes, se conocieron en y durante las matanzas de Shu-long, al sur de la antigua Camboya. Pluto desconocía el significado de la palabra mesenterio y Oli desconocía el significado de esa y de muchas otras palabras más. Las avispas de Ceilán (actual Sri Lanka) picaban a ambos por igual, incluso si no estaban en Sri Lanka (antigua Ceilán). La mujer de Pluto era una nórdica alta de ojos zarcos y largas piernas, que acostumbraba a enfundar en una medias negras de tupida rejilla y que de costumbre acababan en unos escotados zapatos con tacones de longitud inquietante. Sus pechos, de gravedad inversa, atesoraban volumen y sensualidad a partes iguales, y las blondas de su pelo enmarcaban unos rasgos faciales pícaros, intensos y voluptuosos, que llamaban poderosamente la atención de cualquiera que la veía. Oli no se casó nunca, pero hizo del vicio solitario un arte, que dejó expuesto en un famoso manual que fue distribuido por el sudeste asiático por la editorial greco-alemana Paidós-Wickmann, siendo al poco tiempo la venta y difusión de la publicación prohibida en los demás continentes conocidos. El plutócrata Oli conservó siempre su buen aspecto de hombre de mundo, aunque el reblandecimiento de médula devenido de sus prácticas onanistas, le sumió en su sexta década de vida en un parkinsonismo grado IV-c, según la escala de Minkof, de muy difícil tratamiento. No obstante, su pasión arqueológica lo siguió llevando por africanos derroteros, siempre acompañado por su incondicional amigo Pluto. Los involuntarios movimientos de los miembros de Oli constituían una inesperada y sobrevenida ayuda en las excavaciones, su cuerpo, a la postre devenía en una especie de pequeña excavadora, que removía de manera suave y ligera las zonas de búsqueda. La noticia del fallecimiento de ambos causó una gran consternación a sus familiares más allegados, una consternación normal a los numerosos conocidos que ambos tenía en diferentes lugares del mundo, y una escasa o nula consternación en todas aquellas personas que nunca llegaron a conocerlos, ni siquiera de oídas. Hubo, a la sazón y sin embargo, alguien que no sólo no se consternó por tan triste suceso, sino que se alegró. Sí señor, la mujer de Pluto. Al enterarse de la invasión de hormigas rojas gigantes en el pozo nº 2 de las excavaciones etíopes de Aksum, que devoraron en cuestión de segundo a los dos amigos, saltó de alegría en su apartamento de Bonn y se tomó dos vodkas bien despachados. Detestaba a Oli, el pajoliento, y no quería nada de nada al bueno de su marido Pluto. La muy pluta...

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