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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
28.1.13
283. Pan con chocolate
12.1.13
282. Números y...
El bromuro de ipratropio me permite respirar como un atleta del Turquestán. La gabapentina me permite una sonrisa lacia e indolora como la que experimenta la chica gorda que recoge los abrigos en el Four Seansons de Nueva York. La esencia de trementina despeja la atrofia cerúlea de mis puntiagudas y grandes orejas y me permite acoger la sonoridad del mundo tan bien como lo pudiera experimentar el segundo trompeta de la orquesta caribeña de Mario Estrella. El extracto de Ginkgo Biloba reduce las tendencias desviatorias de mi organismo, dando a mi viril apostura la rectitud y prosapia que le es característica y haciéndome similar en todo a la prestancia del coronel Haggins en su inefable manera de desfilar ante los pabellones reales. La tamsulosina, a su vez, concentra la potencia glandular de mi próstata haciéndome desarrollar y experimentar con satisfacción una fortaleza sin par en la ejecución de mis frecuentes micciones, en las que el diámetro del arco mingitorio alcanza cotas olímpicas, llegando casi a superar al famoso Niño de la Coro, mozalbete serrano cuya potencia a la hora de mear le hizo muy popular en toda la zona de las estribaciones del Andévalo onubense. El alprazolam repercute positivamente en el ámbito social en el que, de seguro, se desarrollarían mis instintos agresivos, dejando mis eléctricas pulsiones alejadas de la vesania de mi compulsiva personalidad asesina y convirtiéndome en un santito tan lindo y preclaro como Santo Tomasino de Trento, niño que fue santificado en vida por el papa Gonzalo Nono.
Soy un enfermo terminal. Mi nombre es M.M.J. Tengo 55.11 años. Mi estado civil es divorciado. El teléfono móvil de mi ex-mujer es 677455022. Mi cuenta bancaria en La Caixa es la siguiente: 00418957453839363674. Y mis tres secretos inconfesables son los que siguen:
1) He sido siempre, desde que me reclutaron siendo niño, miembro numerario de la banda terrorista Pandero Luminoso.
2) Soy el mayor coleccionista de códices bizantinos robados.
3) Me he acostado varias veces con todos y cada uno lo miembros de la Familia Real.
Aquí llega mi oncólogo.
Buenas noches.
6.1.13
281. Y el mono sabía francés
Si me miro a mí mismo veo un símil de hombre muy parecido a cualquier otro. Me gustaría sorprenderme a veces, encontrar en los entresijos del espejo algún dato usurpado a introspecciones anteriores, quizás algún atisbo, aunque fuera inhóspito, de un rasgo misterioso en mi carácter, en aquello que el rostro deja entrever del mismo. Quisiera ver la maldad inherente a esa mirada de arrugas que expolian la otrora tersura de los ángulos de mis ojos. Deseo desentrañar la bondad que tal vez subyaga en las manchas pardas que la edad redondea por doquier en ese páramo de extrañeza y ansiedad en que se está convirtiendo mi cara. A menudo creo ser un gesto continuo, a la vez en constante expansión y contracción, a la vez momificado y pétreo, a la vez hundido y reflotado por sonoros estertores. Una agnosia demoledora se engrana en lo que me rodea dejando tan solo las esquirlas, aún calientes, de la realidad concreta. Me quiebra el alma pensar que todo es sólo la proyección, el boceto anómalo de pensamientos erráticos que se movilizan interceptándose monótonos en algún confín de la conciencia. Me supongo resto de algo y no parte capital de un todo. Sin embargo, no me lleva todo esto a sufrir más, sino a un peor sufrir, porque hasta para sufrir es necesaria una norma, una convergencia ética, para que el sufrimiento no caiga en el agujero insano de la nada. De todas formas, encontrar la aventura en uno mismo es el mayor beneficio de cada día, es la bendición estampada en los declives de tu rostro, en la sonrisa (forzada o no) que te propone tu propia imagen. La sumisión derretida en el cristal azogado, pero la sumisión a una imagen protectora, llana, y experta en verte otros días derrotado e insumiso. Por eso hoy es un día diferente, porque la dialéctica surgida entre mis dos personajes a ambos lados del espejo ha llegado a concluir y resumir sus diferencias en un principio de armisticio, no sé si pasajero o eterno, una paz de comienzo y fin dudosos, entre mi imagen y yo mismo. Creo sorprender en ocasiones un desfase, una mínima alteración temporal que pervierte la realidad de la reflexión en el cristal. Pienso en la soledad del espejo cuando no estoy frente a él; pienso en las oscuras noches de los espejos abandonados y huérfanos de luz y movimiento; a veces creo ser yo mismo el elemento que refleja las luces y sombras de lo que me rodea. Y muchas veces pienso en el día en que deje de importarme saber en qué lado del espejo estoy.
5.1.13
280. Ha nacido la bionética
Queridos feligreses:
Hoy conmemoramos en la Parroquia de Nuestra Señora del Olvido Perpetuo el martirio y posterior ascensión al Reino de los Cielos de nuestro patrón, el Niño Silas. En estos días en que aún vibran en los oídos los últimos mugidos, balidos, rebuznos, cloqueos y relinchos de la feria de ganado, nos avenimos todos a un tiempo de recogimiento y reflexión, de introspección de nuestras almas y de balance moral de nuestras conductas durante el año agropecuario que ahora termina. A mí, como párroco vuestro que soy, me la suda, y muy mucho, tanto vuestro comportamiento como los pensamientos e ideas que los suscitan y apuntalan. Es más, si murierais todos del exantema tífico que merecéis, me seguiría dando lo mismo. Ya sé que desde este púlpito que me habéis construido con botes industriales de pintura y argamasa robada no debería deciros estas cosas, pero como no veo ni a una puta rata en la Casa del Señor, ni aun sabiendo que hoy es el día del Santo Patrón, esto me da derecho a deciros lo que me salga de las nalgas. Os llevo observando (siempre desde lejos) más de una década, y habéis conseguido darme todo el asco que se puede dar. Sois dadores de asco, eso es. Es en lo único que sois pródigos, desprendidos y generosos. Como párroco de una feligresía tan asquerosa no me siento feliz, esto es fácil de entender, pero es que además de asquerosos, hermanos míos, sois de una fealdad que abruma y asusta a un orco. Sois de un horripilante que atrofia hasta la última papila sensorial del hipotálamo, y oléis mal, sí, oléis a excremento viejo y reciente a la vez y durante todo el día, a menstruación terminal y a sudores sólidos, oléis a maldad, porque es que además de todo lo anterior poseéis una clase de maldad ancestral, primigenia, emanada directamente del averno. No, no soy nada feliz entre vosotros y comprendo muy bien al Niño Silas, nuestro querido patroncito que, aún nonato, ya sabía lo que se le venía encima y es por ello que prefirió no nacer, no veros nunca y permanecer de modo sempiterno en el útero materno donde desarrolló su apostolado y ejerció su magisterio orgánico rodeado de tiernas y jugosas vísceras, de tenues y comprensivas glándulas y acompañado de los fluidos y secreciones protectores propios de una atmósfera cerrada y dulce. Vosotros, pues, que vagáis desorientados en vuestra propia bazofia existencial y en los albañales de vuestra inconsistencia moral no esperéis de mí lo que no podéis esperar de vuestra inanidad. Moríos entre estertores de pecado bufo e ignominia sanguinaria, entre los regustos amargos de vuestro mal gusto mortecino y, en fin, avasallad lo que queráis mientras un próximo respiro os asegure unos segundos más de vida. Porque yo me voy, os abandono a vuestra mala suerte. No quiero que me salpiquéis cuando estalle el big bang de vuestra infame insania.
Y la misa que la acabe vuestra puta madre.
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