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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



13.3.12

249. Hoy no estoy de humor para ironías


          Hoy he recibido el más conmovedor de los abrazos, un abrazo por demás inmerecido, un gesto de afecto que me sobrevino como un alud de vida que desarboló en un instante el mástil de mi indiferencia y la mucha soberbia que me sobra. Ha sido un abrazo de despedida de un hombre viejo y bueno. Lo acompañó de un lento gemido que penetró en mis oídos como una especie de salmodia triste y benéfica, una especie de lamento que transmitía todas las cosas buenas que nunca nos supimos decir. Me dolió en el alma que no fuera mi padre. El abrazo duró unos segundos, yo sé que él, con sus brazos, también expresaba el deseo de demorar el abandono, de diferir la ausencia, de postergar la soledad. Su vida pende de un tiempo que ya no es mucho, ese tiempo que él intenta doblegar con sus manos nudosas, acariciando proyectos, no dejando que los días se le vayan en lamentos, sino llenando cada minuto de una actividad pausada y constante, luchando y viviendo por perdurar como persona y con el firme orgullo de poder y saber mirarse en el espejo. El premio de su abrazo me hizo sentirme pequeño, pequeño y consciente de que nunca llegaré a desarrollar una excelencia humana semejante a la suya. Aunque no fue una despedida definitiva, tuvo ese regusto a vino añejo, a último sorbo donde los posos se adivinan en el fondo del vaso. Sé que pronto lo veré de nuevo, Dios quiera que muchas veces, pero hoy, cuando ya me iba, giré la cabeza y vi sus lágrimas imperceptibles que me hicieron de nuevo dudar de la bondad de esta tristísima vida.