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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



27.2.11

190. Una nueva iconoclastia


          Hoy me han asegurado que voy a ser padre de nuevo. Me lo ha dicho una nigromante (cabellera de fuego, tez opalina, mirada en prisma). Mañana lo contaré a los cuatro vientos (alisios, simún, siroco y tramontana); lo relataré por los últimos confines de los siete mares (Carpio, Mármara, Alborán, Adriático, Caribe, Báltico y Muerto); lo publicaré en los periódicos de mayor tirada (Herald Tribune, New York Times, El Heraldo de Bogotá); y lo colgaré en las más populares redes sociales (Trogger, Bumpin', Wellingfuck). Mi padre hizo lo propio cuando le dijeron que yo venía en camino, y mi abuelo lo mismo cuando se enteró de lo de mi padre. Yo espero que mi nuevo hijo, al que pondré de nombre Tiberio, sea un buen católico protestante, un ciudadano ágrafo y tendente al inmovilismo y un dopado deportista nato. Lloro bastante ahora, tanto de emoción como de vergüenza, por mis ansiedades de soltería y por mis anhelos de convertirme en golfo y en dueño de mis propias francachelas. De la nigromante tan sólo sé que no se llama Aurora, ni es nacida en Tordesillas. Sé que gusta de ulular por entre los aros de cemento utilizados para la construcción de chinfonías, y de asustar a los periquitos almizcleros de la tundra zamorana.