+

FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



6.2.11

188. Perfiles y otros sesgos


          Cuando se emerge de las profundidades, se nace de nuevo y de nuevo nos encaramos con esta hostil atmósfera fría, parsimoniosa, rancia y un punto agreste. Desearemos pronto, al menos yo lo desearé, una nueva inmersión en aquello de lo que emergimos hace unas horas. Emergidos no soñamos, licuamos los anhelos en algo parecido a lo que experimentan las amebas. Hermanados/as con ellas, con las amebas, no devenimos en más pluricelulares, sino que ajustamos nuestro cuántum celular a un guarismo más acompasado con la realidad última, con la realidad primigenia, que no es otra que la semejanza. Nos indicaron antaño que nacimos semejantes a no sé quién (¿Dios, un bello mono rabilargo, un aminoácido discoide...?) y nos moriremos un día u otro de manera semejante a como lo hacen todos los seres vivos y los otros. Una vez asumidos los conceptos amebianos, ontológicos y aburridos de la existencia, me marcho a los toros, no sin antes abrevar unos jarrillos de agua cristalina en la fuente de los sicomoros, y leerle unos versos a mi amada Catalina, la esposa de don José María Esquivel y Calatrava, insigne maestrante. Ella es dulce y melosa como una ameba legionaria, tierna y contumaz como una mona rabilarga, muy aburrida y cantarina como lo son aquellos aminoácidos del extrarradio. Pero la quiero. Ella a mí también, pero menos.