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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



13.5.20

457. Versiones de uno mismo


          Sería una patraña o algo derivado de esa manera hiperbólica de exponer las cosas que tenía Julita. Mentía mucho y eso le afeaba las cosas que decía cuando eran verdaderas. Era un no saber cuándo creerla o no, pero ella se lo había buscado desde que era niña y había que buscarla por toda la casa, escondida en el desván o enterrada en la hojarasca amontonada que Sebastián apilaba a la entrada del cobertizo. Luego nos quería convencer de que huía de un hombre que la perseguía, pero lo hacía utilizando para su relato una serie de detalles tan minuciosos que nos ponía a todos los pelos de punta. No se limitaba a poner cara compungida y soltar su mentira en una frase, no; ella nos transmitía con sus elocuentes palabras hasta el olor agrio del aliento de su perseguidor, el tono perentorio y arenoso de su voz, sus marcas en el cuello, la falta del cordón de uno de sus zapatos el color y textura de su ajada vestimenta. Nos quedábamos absortos y enredados en su evidente cuento, inermes ante su absoluta sensación de certeza y sus gestos corporales de verdadera angustia. Sus fantasías no correspondían a la típica patología infantil de ensoñación excesiva ni a un proceso de paranoia difícil a esas edades. Era la exposición pormenorizada de una realidad plena, que en el discurso de una niña de nueve años provocaba un estremecimiento en el corazón de los que la escuchaban.
          Han transcurrido los años. Julia ha desarrollado su cuerpo y su espíritu. Se ha convertido en una mujer esbelta, no demasiado atractiva, pero tampoco lo contrario. Sin embargo su inteligencia sí ha descollado muy por encima de lo normal. Escribe cuentos para niños, que ella misma ilustra; son cuentos con ese matiz de terror que han convertido las narraciones clásicas en mitos imperecederos. En sus ilustraciones, asimismo turbadoras, se intuye una oscuridad velada, pero muy presente, amenazadora, pero que a los niños les entusiasma a la vez que les sobrecoge. Ella sigue contando las cosas extraordinarias que le suceden, posee una mendacidad que no por acostumbrados que estemos a oírla deja de alterarnos. Es por ello que su última patraña, la que ha hecho que los demás miembros de la familia convoquemos esta reunión, nos ha de poner de acuerdo en cuanto a las medidas a tomar para poner término a tanta mentira.
          Yo, su hermano mayor, he intentado que sus mentiras las recluya en su ámbito personal, que no implique a los demás miembros de la familia en ellas, pero como de costumbre rechaza la mayor de mi exposición, al no dudar ni un ápice de la veracidad de sus asertos. Ayer nos aseguró con todo lujo de detalles el peligro que corríamos, peligro de muerte lenta y atroz, si no huíamos de inmediato todos los miembros de la familia a un lugar desconocido y seguro, porque un diablo cruento y muy expeditivo en sus métodos, iba a acabar con nosotros.
            Julia, Julita para todos nosotros, lleva varios días enterrada en la hojarasca amontonada que el hijo de Sebastián, que también se llama Sebastián como su padre, suele apilar a la entrada del cobertizo. Toda la familia, de momento, ha aplazado la reunión para mejor ocasión, y con cierta celeridad hemos reunido nuestros más preciados enseres, hemos hecho las maletas y nos hemos ido cagando leches a lugares muy desconocidos.

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