El uruguayo Sandino me indica en uno de sus ensayos lo insustancial de la actividad mediática de las redes sociales en general. Comprendo y entiendo lo que me dice, pero ya es muy tarde para mí. En este post, que no ha leído nadie y nadie leerá, he puesto tanto de mí en espera de una epifanía que nunca llega (ni llegará), que me resulta imposible ya quebrar los canales creados entre mi cerebro y el éter este del espacio virtual cibernético.
El uruguayo Sandino sabe muchas cosas y las expresa muy bien. Es filósofo muy moderno, pero con los dejes protocolarios y acomplejados y marisabidillos del presunto europeo de nacimiento equivocado (lo siento, Sandino). ¿No existe un espacio cultural en el que se sienta a gusto un intelectual panameño, ecuatoriano, hondureño o (no digamos) argentino?
El uruguayo Sandino trueca lo pedante por lo abstruso para crecer más en su prosapia de cono sur invertido. Yo también, pero no lo vendo (qué más quisiera).
Conozcan ustedes a Sandino, él se deja. Está en ciertas librerías y firma libros propios (y ajenos) con soltura. Y no tiene aspecto de manflorita cubano, como sí lo tienen los filósofos de Miami o los antropólogos de Belice. En fin, yo no vivo del insulto, aunque me gusta mucho calificar con improperios multiformes a todo aquel que lo merece, pero jamás insulto directamente, tampoco indirectamente, lo hago por lo bajini. Yo odio mal y amo peor. Ambas actividades las consideramos naturales, que ambas surgen así como así, y no es verdad, quia. A amar hay que aprender y a odiar, también. Yo amo y odio mal porque nadie me enseñó. Esto que estoy escribiendo (esto que digo) parece una majadería (y en verdad lo es), pero si se analiza detenidamente, lo sigue siendo. Sólo cuando se analiza de manera distraída, tangencial, es cuando deja de serlo, pero produce mucha pereza exponer las consecuencias de un análisis tangencial. Eso se lo dejamos a Sandino, ¿verdad?, que para eso se dedica a ello, y le pagan además, poco, pero él no necesita mucho, vive solo con su guacamaya y con la suegra de un sobrino a la que no soportaban en casa porque se pasaba el día teorizando sobre los postulados de McLuhan y sus errores de bulto en cuanto a la semiótica guaraní (ella es del norte del Paraguay).
Así que ya no tengo hoy más que decir. Sigo con mis dudas y comiéndome las cinco nueces diarias con mi señora. ¿Nunca les he hablado de mi señora? Prometo hacerlo pronto, aunque le joda mucho a Sandino (nunca he sabido por qué).
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