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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



1.2.15

346. La inminente desaparición de las tenencias de alcaldía


          La compulsión de la lectura, que no conduce a frecuentes accesos directos a la felicidad, como con bondad engañosa preconizaba Borges, me lleva, por el contrario, por el camino contrario (permítaseme esta anáfora tan graciosa), me lleva, decía, hacia lúgubres y añejos parajes, no por mil veces horadados con pasos indecisos, menos proveedores de amenazas numerosas. La lectura itinerante, en tardes sofocantes de verano o soleadas mañanas de otoño, en noches húmedas y tibias, en amaneceres insomnes; la lectura sempiterna, la vida en volúmenes seriados, mis horas dispuestas en anaqueles sucesivos como bloques de tiempo ya agotados, como minutos congelados de las horas ya vividas, ya gastadas, ya leídas...
          La idea que quiero dejar para la consideración de los aquí presentes es que la lectura o es compulsiva o no es. Por cada libro que leemos, dejamos de leer infinito menos uno (∞ - 1), lo que automáticamente genera un desasosiego directamente proporcional a la magnitud expresada. A este desasosiego, que llamaremos D, hay que sumar otro desasosiego, que llamaremos D', que no define una cantidad numérica, sino una cualidad significativa, una excelencia o estatus de calidad, es decir, si leemos la biografía de Chesterton, por ejemplo, pero no estamos leyendo la biografía del Cura Merino, también por ejemplo, el montante o cuantum de desasosiego cualitativo, por leer una obra u otra, es decir, lo que hemos denominado D', será mayor o menor según unas hipotéticas tablas que definen esa calidad, para lo cual esas tablas tendrían que existir, cosa que no ocurre, con lo que queda sin expresión matemática la certidumbre cualitativa de las obras literarias, pero no así la incertidumbre de dicha expresión matemática, que definiremos por su antítesis: menos X (-X). Es por ello que con la concatenación de conceptos antedicha nos acercamos, por no decir nos metemos de lleno y de manera convulsa, en los terrenos del caos. La lectura, por tanto, que al principio del párrafo calificábamos de compulsiva, lo es ciertamente en cuanto emana de un sustrato cuantitativa y cualitativamente caótico. Nos atreveríamos (me atrevería) a ecuacionar estas premisas matemáticas de la siguiente forma:

                                                    ℇ = (∞ - 1) · (D + D') · (-X)² · log ϕ

          Donde ℇ es la representación matemática del placer subjetivo de la lectura y ϕ es el factor de corrección caótico que podemos entrever como número natural indebido entre 0 y 1, dependiente de los múltiples factores exógenos que influyen en la actividad de la lectura, en cuanto a una serie de campos muy variables, que irían desde la tendencia del lector a seguir las listas de los libros más vendidos, la ausencia o presencia en el mismo lector de alteraciones en la percepción de las palabras o alguna alteración en el dominio del lenguaje, como serían la afasia, la dislexia o la anagasia, sus gustos en cuanto a géneros literarios (épica, balística, pedofilia, propedéutica, simbolismo, lírica juglar, teosofía, novela llana, ensayo críptico, tauromaquia, etc.), etc. (El segundo etc. se refiere a la serie de campos variables que influyen en la actividad de la lectura; el primer etc. hacía referencia a la serie de géneros enumerados entre paréntesis, no estos últimos paréntesis, sino los anteriores a estos).
          Era, por tanto comprensible, y ahora lo es demostrable, que la lectura per se es una actividad compulsiva, generadora de caos emocional, de neurosis obsesivas y de alteraciones somatiformes diversas, que no es éste el sitio ni el momento de enumerar, a más de ser bien reconocidas y reconocibles por todos ustedes, que me están escuchando en este acogedor salón de conferencias del Excelentísimo Ateneo, a cuya Junta Directiva en general y a su presidente, Don José María, en particular debo agradecer la deferencia que han tenido conmigo invitándome a este acto. Pero antes de despedirme quisiera expresar lo siguiente:

NOCHE NEGRA,
NOCHE DE GOMA QUEMADA,
LA NUBE QUE LA SUME Y LA NIEGA
EN UNA NIEBLA PEOR,
CLAMOR DE LO OSCURO,
EL ÁCIDO QUE ARAÑA EL METAL DEL RAYO QUE NO LLEGA,
ATISBO DE LA TORMENTA
INACABABLE FULGOR.

          Buenas noches y gracias por asistir.

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