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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



19.10.14

330. El sindicalismo y la masonería: el bucle de Satán


          Pedro Rico Kunh es pediatra en la localidad de Mejillones, sita en el departamento de Oruro, Bolivia. Su padre era rico y su madre, alemana. Nació en viernes, en un lugar cercano a Mejillones, un lodazal apesebrado de juncias y ruinas de barracones, donde creció aprendiendo las menudencias del idioma tedesco de la leche materna, y el uru, idioma paterno propio del departamento de Oruro. Se hizo pediatra a los tres años al ingerir, por un imperdonable descuido materno, la flor del bustabé, arbusto coliláceo de la familia de las sasafrás, muy rara de ver en el medio oeste boliviano, pero cuando la Sra. de Rico, Adolphina Kuhn de soltera, se quiso dar cuenta, el pequeño Pedro, (klein Peter, como lo llamaba ella) ya tenía abierto un consultorio a la salida de Mejillones, en el barrio de las Ayacuillas, y no le iba mal, pues se quedó con las igualas del patronato del bajo Putumayo y de lo que quedaba de los antiguos ingenios caucheros. El Dr. Rico fue conocido y reconocido, dejando aparte su ingente y sacrificada labor como precoz pediatra, por haber matado a su padre en legítima defensa y en dos ocasiones consecutivas. La primera lo mató con una cerbatana de su propia invención (una adaptación mejorada del modelo Amazon Tropper Cerbatan 2.0), y la segunda lo mató de una pena grande, muy grande. Su madre ingresó en prisión por otros motivos que no vamos a referir aquí, porque una madre es una madre y no vamos a lavar los trapos sucios delante de los mercaderes y aventadores de murmuraciones. Ya el país tiene bastante con lo que tiene. Porque, aunque yo soy boliviano, también soy partícipe y referente y proclive y miembro y cofrade y muchas cosas más. Pero ahora se impone continuar la historia de Pedro y no hablar de mis promesas como integrante del cosmos usurero de esta amazonía que invade las venas de mi cuerpo, aletargado por la ponzoña de la coca añeja y de los lamiosos jugos del yute tierno. Canto como el gorrión del altiplano las proezas de los pediatras de jungla, porque no sé transcribir los delirios de todos los dioses y emperadores que me encuentro en los manglares, todos muertos de verde y musgo, todos con la voz de liquen del más allá, todos enarbolando el sexo enhiesto de sus memorables historias de rito sacrificial, y todos con los ojos pedregosos de visiones antiguas y abrasadoras. Comento la vida de los pediatras profundos de la mísera agonía, porque el moho de los dioses hace que los goznes de los postigos de mi alma chirríen y asolen con su hiriente sonido los dulces oídos de las aves de paraíso, que posan aterradas sus patas de oro sobre los cuernos de las vacas muertas en la frondosidad de esta tierra muerta en vida. Pero Pedro, el pediatra precoz, asume su condición de parricida, de boliviano con conocimientos de alemán, de experto en armamento indígena, y parte a lejanas tierras. Radica (arraiga) durante algún tiempo en la baja Sajonia, donde monta un estudio fotográfico en Hannover, retratando a todas las hermanas de las putas de la ciudad. Con posterioridad, acuartela en Münster a todos los dirigentes de los grupos antisemitas alemanes y los mantiene acuartelados. Ingiere, a continuación, esta vez de manera voluntaria, otra flor de bustabé y deviene en casamentero eficiente y alcahuete eficaz; observa, a la sazón, que el número de hermanas de putas hannoverianas coincide con el de los dirigentes antisemitas acuartelados en Münster. Y los casa. A la vez. En la catedral de Münster. Todos los matrimonios llevan felizmente casados diez años y tienen cientos de hijos. Pedro se suicidó dos veces con la misma cerbatana con la que mató una vez a su padre. Sus restos no aparecen, bueno sí aparecen, pero vuelven a desaparecer con prontitud. Son los efectos colaterales de la ingesta de coliláceas.