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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



29.3.14

314. Nuevas normas para dejar de querer


          En Valencia todos saben que la princesa Carmesina era tan blanca que se veía pasar el vino por su garganta. Todo lo que sigue no sólo no lo saben los valencianos, no lo sabía ni yo al comienzo de este obsceno panegírico. A través de los ojos de Carmesina se veían los ojos de Amor, hijo de la Noche y de la Oscuridad, según los griegos. Al final de su cabello se alcanzaba a ver el continente maldito, aquel en que los pueblos combaten sin cesar por la posesión del Hongo Dorado. A través de sus uñas rosadas se veían los ejércitos de Nabucodonosor arrasando el Templo de los judíos. Carmesina es un ser translúcido y cristalino, casi etéreo en su deambular, insonora como una cueva profunda, como una sima sin fin. Entre sus delineados omóplatos de marfil se podían contemplar mil naturalezas muertas, desvaídas acuarelas de tornasoles naturales y líquidos, óleos de profundo tenebrismo, terracotas y mármoles diseminados en salas luminosas o lúgubres. Bajo la piel de sus muslos etéreos bandadas de pájaros tropicales pugnaban por salir y liberarse de las atroces olas del mar embravecido. En su vientre de plumón era el sonido de timbales y trompetas de jolgorio carnavalesco. Todo en Carmesina se exteriorizaba como en un escaparate multicolor de un bazar mágico y fascinante. Su artificio interior fusionaba cadencias y alaridos, junglas y jardines, algaradas y amoríos, toda la literatura de sus vísceras doradas y toda la música de sus impulsos secretos.

          El texto anterior consta de 246 palabras o, si lo prefieren, de 1.216 caracteres. Las palabras están colocadas en un solo párrafo y en un orden que le ha parecido al autor ser el más adecuado para su propósito. Propósito que no ha de coincidir con el del lector, esto sólo ocurre en muy contadas ocasiones. Por otro lado, la coincidencia de propósitos entre lector y autor, a este autor en concreto, que soy yo, se la suda. No obstante, en un rapto de bondad del que luego con total seguridad me arrepentiré, les ofrezco las anteriores 246 palabras o, si lo prefieren, los 1.216 caracteres en un orden diferente, para su cotejo, análisis y disfrute.

          En Valencia todos saben que la princesa Carmesina era tan blanca que se veía pasar el vino por este obsceno panegírico. A través de los ojos de Carmesina se veían los ojos de Amor, hijo de la maldito, aquel en que los pueblos combaten sin cesar por la posesión del Hongo Dorado. A través de Carmesina es un ser translúcido y cristalino, casi etéreo en su deambular, insonora como una cueva naturalezas muertas, desvaídas acuarelas de tornasoles naturales y líquidos, óleos de profundo muslos etéreos bandadas de pájaros tropicales pugnaban por salir y liberarse de las atroces olas del carnavalesco. Todo en Carmesina se exteriorizaba como en un escaparate multicolor de un bazar y amoríos, toda la literatura de sus vísceras doradas y toda la música de sus impulsos secretos. su garganta. Todo lo que sigue no sólo no lo saben los valencianos, no lo sabía ni yo al comienzo de Noche y de la Oscuridad, según los griegos. Al final de su cabello se alcanzaba a ver el continente sus uñas rosadas se veían los ejércitos de Nabucodonosor arrasando el Templo de los judíos. profunda, como una sima sin fin. Entre sus delineados omóplatos de marfil se podían contemplar mil tenebrismo, terracotas y mármoles diseminados en salas luminosas o lúgubres. Bajo la piel de sus mar embravecido. En su vientre de plumón era el sonido de timbales y trompetas de jolgorio mágico y fascinante. Su artificio interior fusionaba cadencias y alaridos, junglas y jardines, algaradas
         

23.3.14

313. El escote de Luzbelina


          PRIMER PENSAMIENTO AUTOMÁTICO (1º PA): Estoy taponando con plastilina verde la cerradura de una vieja taberna de un barrio de mi ciudad a la que hace mucho tiempo que no voy. Mi padre y mi hermana Juana están conmigo y me sugieren sin palabras que tenga mucho cuidado, no vaya a hacer explosión la plastilina.

           2º PA: Este pensamiento automático se parece a un sueño que he tenido recientemente, pero no es un sueño, es un PA, no obstante, para evitar suspicacias, lo dejaré inédito.

          3º PA: África ha cambiado de nombre tras las conversaciones llevadas a efecto entre diferentes países durante la asamblea anual de la Organización de Estados Africanos (OEA), a partir de ahora se llamará Asia.

          4º PA: Todos tenemos vejiga, unas están más llenas, otras lo estarán menos. Imagino sólo vejigas exentas, andantes, paseantes por las calles de la ciudad, un abigarramiento de vejigas en las plazas, en los parques, en los centros comerciales, multitud de globos vesicales semi-translúcidos, con sus vénulas y arteriolas expuestas que se extienden anárquicas por la superficie de sus paredes amarillentas, conteniendo cada una diferentes volúmenes de orina, algunas semi-vacías como pasas o como ojos de muerta, otras henchidas y tensas como uñas de muerto nuevo.

          5º PA: Once bolígrafos de un azul verano, todos iguales, todos vibrando, todos sobre una mesa blanca que no vibra, alrededor de la mesa hay animales pequeños e inofensivos que tampoco vibran, sólo vibran los bolígrafos azul cielo (¿o eran azul verano?).

          6º PA: Pienso automáticamente en la vejez de mis seres queridos y en los objetos que los rodean. Pienso en ellos como insertos todos, los objetos y las personas, en un gran cofre que agita con violencia un viejo grande con aspecto medieval de demiurgo de grabado de Durero.

          7º PA: Ahora es la naturaleza la que acude a mi pensamiento. Alondras, miles de ellas, otras aves inconcretas, grandes y menudas, en un número elevadísimo, casi llegan a cubrir la totalidad del cielo. Mares espesos, océanos casi compactos, billones de peces ocupando el volumen infinito de las aguas. La tierra tapizada, invisible bajo el manto móvil de animales infinitos que se desplazan con la torpeza inherente de las moléculas.

          8º PA: Es mi hijo arrastrando las cintas multicolores de su pequeña angustia, arrojando después grandes piedras, mayores que él mismo, por el acantilado de rocas en forma de caracol que, en su bucle arquitectónico, se las devuelve convertidas en pequeños planetas redondos e inadvertidos.

          9º PA: Es una plaza de abastos. Se venden esclavos, se vende maquinaria pesada bajo grandes lonas de camuflaje. Se vende ropa de esquimal y urinarios alemanes de entreguerras. Se venden papeletas de colores con números difíciles. Se venden biblias dedicadas y carísimos coranes de cubiertas plateadas. Se venden a sí mismas varias mujeres norteamericanas (20.000 dólares cada una), todas llevan sonajas de Baltimore y dijes de Aspanishtán.

          ÚLTIMO PA (UPA): Tiento el blanco muro de mi muerte cercana, es un muro alto, encalado, tenso y quieto, muy quieto, quieto como la cercana muerte del niño que alguien dejó dentro de mí, y que ocupa más espacio que el que le corresponde, y que apenas me deja respirar, y que apenas me deja decir todo lo que debería decir y que, me temo, ya no diré.

9.3.14

312. El Imperio Dálmata o el misterio del alambique


          Vem es imbécil. Vym, no. Esto debe quedar claro para el seguimiento ordenado del relato que aquí comienza. Vem y Vym se conocen de haber vertido ambos a la vez once lágrimas en el río Kwai durante la Guerra. La amistad que entonces comenzó a unirles aún perdura, aunque con un ligero matiz de hartazgo no exento de un odio puntual en circunstancias muy precisas, que luego precisaré si así lo considero preciso. Vem es la resultante de la unión carnal de un díscolo petimetre parisino y una recia portuguesa del Alentejo. Vym es, sin embargo, la bisectriz o la apotema de un incierto polígono de personajes ubicuos, promiscuos y proclives a la práctica del sexo en grupo que se dieron a conocer en Lieja y en sus alrededores con el nombre de los "Adoradores de Abraxas". Vem es un imbécil y un agnóstico sin saberlo, necesita que los demás lo admiren y adulen por su forma de masticar, lo que es difícil de conseguir, siendo tan sólo Vym quien le aplaude cuando come. Vym es un ferviente creyente católico y coleccionista intenso. La intensidad de su afán coleccionista le hace acreedor a la admiración del Círculo de Admiradores Intensos. Su colección principal y orgullo de su etnia es la gran colección de fotos de coleccionistas de todos los tiempos y de todos los lugares. Colecciona, en fin, coleccionistas, algo inaudito, poco visto. Esto a Vem lo sobrepasa, le hace sentirse más vulnerable e infinitamente menos seductor que Vym, y por eso, puntualmente le odia. Vym percibe el odio puntual de Vem y se lo devuelve centuplicado en forma de balada melosa con letra guarra en la que menciona las sucias prácticas amatorias de la recia portuguesa que engendró a Vem. Vym y Vem salen juntos los martes por la tarde, día y tarde que reserva Vym para pasear con algún imbécil y, coincidentemente, también destina Vem para salir a pasear con un no-imbécil. Suelen acudir solícitos a los bares del bulevar y sin solicitud alguna a la sesión de los martes de la Cámara de Comercio. A Vem, como es imbécil le gustan los huesos de las aceitunas de los bares del bulevar. A Vym no sólo no le gustan sino que incluso le dan asco. No van nunca al cine porque a los dos les da miedo la oscuridad. El circo los entusiasma, pero a la ciudad sólo llega una vez al año, y siempre es el mismo, el circo de los "Hermanos Asquerosos". Presentan una serie menesterosa y concatenada de números cada cual más informe, con las fieras más demolidas y pestilentes que imaginar se pueda, con añosos trapecistas y payasos hundidos en un deambular abyecto y deprimente. Pero ellos dos salen contentos de la función, casi eufóricos. Luego comen algo azul en el hangar de Joe y se despiden hasta el próximo martes. En la ciudad nadie los quiere porque dejan poca propina en las notarías, porque distraen versos blancos bajo las acacias de la laguna, porque a veces no se los distingue y no se sabe cuál de los dos es el imbécil. Deberían irse a vivir lejos, a otra ciudad, al menos los martes por la tarde. Vym, de tanto dedicarle los martes, se ha afanado en servir al imbécil denodadamente y, como todos sabemos, el denuedo con imbécil se paga con la adherencia amorosa. Por tanto, Vem es amado por Vym y por tanto Vem se deja tocar y lamer por el hombre de los martes, que de vez en cuando le lleva al circo y le regala cartuchitos de huesos de aceitunas que recoge alrededor de las escupideras de los bares del bulevar y que tanto le gustan y le entretienen. Los imbéciles no sienten de verdad el amor, sólo sienten el odio añejo, la venganza pegajosa y el asco bruno y áspero de la falta de un entendimiento claro. Se hartan sin saberlo de ser imbéciles y segregan una maldad verdinosa que no suele llegar a nada truculento o irreversible, aunque a veces, muy pocas, sí llegan a cometer actos truculentos irreversibles y aun tumultuosos, pero éste no fue el caso de Vem, uno de los imbéciles más puros que se conocen en los anales de la Psicología. En la ciudad todos saben que Vym, tarde o temprano, matará a Vem. La muerte violenta de un imbécil computa de manera diferente en la casa de apuestas del Padre Phillip, no así la muerte imbécil de un violento, que computa igual, pero con un matiz de cierto casticismo o folclore local. La ciencia combinatoria, más aún cuando se implementa en antros dirigidos por eclesiásticos, se paraliza y forma grumos estadísticos de ardua digestión. El Padre Phillip era el fundador de los "Adoradores de Abraxas" y quería con locura diocesana a Vym, que ignoraba la genética como sólo lo saben hacer los no-imbéciles y los radiotelegrafistas galeses. Un martes de carnaval Vem y Vym salieron como todos los martes a pasear. Vym se disfrazó de Vem y Vem se disfrazó de Vym disfrazado de Vem (el muy imbécil). Ése fue su gran error cuando, al entrar ambos en el laberinto de los espejos, una ráfaga luminosa y metálica con alma de daga fulminante atravesó el destellante espacio vidriado y fundido de azogues enfrentados y la sangre en combustión confluyó a borbotones sobre aristas de cristales laminados. Los gritos de conmoción persiguieron la estela del asesino en su huida, el cuerpo yacente del imbécil todavía vibraba en un diminuendo de estertores reticentes al pronto fin de la vida. Nunca más se supo en la ciudad del asesino Vym. El Padre Phillip. cerró inopinadamente la casa de apuestas. Un manto de cenizas no-volcánicas cubrió durante seis meses los alrededores de Lieja  y la totalidad de los cielos del Alentejo portugués. Las aceitunas sin hueso invadieron la totalidad de los bares de los bulevares del mundo. El circo de los "Hermanos Asquerosos" comenzó a obtener una serie de éxitos clamorosos por el mundo entero. Y todo esto ocurrió de una manera inopinada.