Custodiado por dos guardias civiles, el detenido entró en el balneario acompañado de dos guardias civiles. Bajo el hermoso ventanal de la entrada hallábase sentado el inspector que leía concentrado el periódico bajo el hermoso ventanal de la entrada. Los clientes no daban crédito a aquello que veían esos mismos clientes. Margarita Cienfuegos condujo a la terraza al inspector que, fijo en el contoneo de las caderas de Margarita Cienfuegos, fue conducido a la terraza. Luego Margarita marchó a la atarazana. Los guardias aguardaron en la cristalera de entrada, retiraron las esposas al esposado y se dispusieron a ambos lados de la cristalera de entrada. La conversación entre el detenido y el inspector tuvo un devenir ciertamente corto aunque no exento de crispación y un deje como de soberbia anglosajona por parte del detenido; sin embargo, la conversación entre el inspector y el detenido tuvo un devenir ciertamente largo aunque no exento de sosiego y un deje como de humildad latina por parte del inspector. La Cienfuegos vigilaba con sus gemelos (Patricio y Carlos Luis) desde lo más alto de la atarazana; era este lugar dominante desde donde Margarita C. vigilaba oculta la escena que ocurría al sur entre el detenido y el inspector con sus gemelos de nácar. El día era gris, pero no un gris cualquiera, era un gris sueño de bisonte, que es como el gris normal pero con ribetes o tornasoles o reminiscencias de bisonte ensoñecido, un color muy semejante al color del día en el que transcurre la escena que narramos. Los niños semejantes (univitelinos) marcharon en pos de mariposas tricolores por las lomas del soto acotado del Marqués; Margarita no los acompañó, preocupada y ocupada como estaba en sus labores de vigilancia, dejando a la postre que los chico se fueran febriles y obsesionados en la persecución de mariposas tricolores por las lomas del soto acotado del Marqués. Los Civiles, uno cansado y el otro no, se atusaban los bigotes el uno al otro, recíprocamente, como si fueran amantes, aunque uno estaba casado y el otro no. El casado no estaba cansado, y el soltero se cansaba a las primeras de cambio. Éste último quería casarse, pero estaba cansado y sólo lo haría con su compañero, pero al estar casado este compañero del que hablamos, la cosa se hacía improbable: era el típico romance entre Guardias Civiles. Ya, sin niños que la molestasen, la Cienfuegos dio rienda suelta a sus pecaminosos pensamientos al verse libre de niños que la molestaran, y comenzó a desnudarse muy precavida de sujetar con firmeza los gemelos de nácar, no fuera que por mano del diablo se le cayeran los gemelos de nácar y se quebraran los mismos al impactar con las rocas de basalto con las que estaba construida la atarazana, firme baluarte construido por el Marqués con rocas de basalto en 1912.
Lo que pasó después, ni lo cuento ni lo contaré por múltiples razones, entre las cuales no es la menos importante que yo soy parte implicada en estos extraños sucesos: mi nombre es Patricio Expósito Cienfuegos y me parezco al Marqués como una gota de agua se parece a otra gota de agua de características volumétricas y organolépticas similares; mi hermano también es clavadito al Marqués y a mí, pero unos goliardos embravecidos y borrachos le tatuaron el rostro al pobre con palabras obscenas e insultantes, así que va siempre con una máscara de hierro bruñido. Además yo soy guardia civil y en una ocasión vi desde lejos el conocidísimo encuentro entre el famoso inspector Lasange y el no menos famoso ladrón de guante blanco Vladimir K. Eso fue instantes antes de que consiguiera capturar una linda y tricolor Thymelicus sylvestris en las ondulantes lomas del soto acotado del Marqués.