+

FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



21.4.12

254. Los comunistas no son


          Un enjambre de avispas. La media maratón que comienza. El enjambre se polariza en su dirección. Los atletas comienzan a medir sus fuerzas, a dosificar el ímpetu muscular de sus miembros. Las avispas adoptan a la sazón una figura volumétrica semejante a un dardo, a una saeta de agudeza vibrátil. Ora los corredores se apelmazan en una nube compactada, ora se distribuyen en un haz fusiforme o arrosariado. El grupo de himenópteros veletea siguiendo la dirección contraria a la carrera. La curva bajo los olmos, discretamente empinada, une de nuevo a los esforzados muchachos. Es el momento en que la flecha de insectos se lanza con velocidad lumínica hacia el cúmulo de atletas. Ellos son doscientos. Ellas son dos mil. Todos ellos se transforman en enfermos epilépticos al contacto con los aguijones emponzoñados de los voracísimos insectos. La carrera llega a su fin. Las dos mil avispas mueren al dejar parte de su sistema digestivo adherido al aguijón que queda clavado en la dermis de los maratonianos (en realidad medio-maratonianos). De los doscientos deportistas mueren dos, otros dos son salvados in extremis por los servicios de emergencia médica tras sufrir un shock anafiláctico severo, treinta y cuatro sufren secuelas infecciosas que han de ser tratadas con antibióticos y el resto, ciento sesenta y dos, sólo se resienten de diez picaduras en diversas partes del cuerpo. Porque, eso sí, lo curioso de este caso de biología deportiva, de suceso entomológico, es la prodigiosa exactitud de las agresiones: dos mil cadáveres de avispas en la curva bajo los olmos, doscientos corredores afectados cada uno de diez picaduras. Cifras demasiado redondas, demasiado exactas para deberse a una mera casualidad. La teoría de la inexactitud sobrevenida de Klaus Niemayer o la paradoja de Louis Manni (ya saben, la de los cacahuetes y el bandoneón) se estrellan ante los hechos de la curva de los olmos. Yo pienso, siguiendo a Vanduelles y a los acólitos de su escuela, que la promisión de los vectores inanes, al menos en las avispas, no conculca la veracidad del axioma primordial, y que en el deporte aeróbico los sistemas formales no forman los bucles esperados en otros complejos más cerrados como la lidia a tres bandas o el uniformismo klebbsiano.

15.4.12

253. Hiperbolizaciones, ¡ea!

   
          "La voluntad, me decía Toni Mengol, el guaperas del Paralelo, es la madre de todo lo que el ser humano será en su vida, la única cosa real que nos da carácter, que nos otorga naturaleza humana y que nos diferencia de los demás animales". Toni no daba para más, ese era su pensamiento eximio y así lo exponía fuera donde fuera. En la barra de cualquier taberna del barrio de San Miguel te endilgaba su pensamiento entre copa y copa de coñac barato. Carmela, la única mujer que lo quería, lo seguía desde lejos, desde la atalaya de su balcón floreado de geranios, los únicos geranios en la calle de la Muralla, el único balcón con vida, la única baranda que se vencía con las flores de los tiestos de Carmela, una andaluza llena de tópicos, que cantaba, reía, bailaba y llevaba y traía a más de cuatro por la calle de la amargura con aquel movimiento de caderas, con aquel meneo de culo, con aquella parsimonia encendida de su mirada morena . Todo en ella era alegría, una alegría cuyo máximo receptor era el inefable Toni, el de la férrea voluntad, el que en los cabarets de medio pelo hacia un arte del trapicheo. Carmela siempre le esperaba y Toni, tarde o temprano, siempre aparecía".

          Lo anterior, como habrán barruntado ustedes, es el comienzo de un libro, de una novela de carácter realista, una novela abierta al análisis sociológico de una época concreta de nuestro país y de una zona geográfica determinada. Sus personajes, emblemas de clase, paradigmas meramente vehiculares, simbolizarán los elementos sustanciales del devenir político de esa época convulsa de la posguerra española.

          Este magistral arranque, escrito por el que esto firma, está en venta. Los derechos de autor pueden ser otorgados a la persona o corporación interesada a un precio que, dadas las circunstancias actuales, se diría que es casi risible, por no decir que es prácticamente un regalo.

          Es muy probable que a poco que alguien desarrolle este enjundioso comienzo narrativo se haga con algún premio literario de postín y con la fama perdurable que este tipo de galardones conlleva.

          Así que anímense.

          Mi nombre es:

          Sebastián Tello Mendieta-Satrústegui

          e-mail: seteme-sa@yahoo.eu

7.4.12

252. Vírgenes y soldados


          La literatura del alma o, lo que es lo mismo, la literatura a secas, porque todos tenemos el alma seca, la literatura, decía es una ciencia inexacta, porque matemáticamente está llena de incertidumbre, incompletitud e indecibilidad. Esto me lo ha dicho un amigo mío, poeta extremo que utiliza en sus poemas expresiones algebraicas de alto contenido moral. Pero yo es que voy mucho más allá. Lo realmente incompleto e indecible, lo que crea más incertidumbre de todo es la palabra dicha, la expresión verbal vocalizada, la idea hecha sonido. Esto último se lo dije tiempo después al poeta extremo amigo mío y me dejó de hablar para ser consecuente y bondadoso con las formas de vida y pensamiento de sus amigos, en este caso, yo. Le echo de menos desde entonces, aunque a decir verdad nunca entendí ninguna de sus "poesías metaeuclidianas", como él las denominaba. Es por todo ello por lo que me dedico a escribir cartas de presidiarios, libros de texto para escuelas pías, ordenanzas municipales, anales diocesanos, edictos judiciales, condenas a muerte, dietas de mantenimiento, actas de exorcismo..., cualquier cosa que me mantenga callado. Todo el mundo sabe que yo no hablo. Algunos piensan que soy mudo, pero sólo tengo de mudo un par de pantalones y un babero de franela. Mi familia me respeta lo suficiente para poder ejercer mi apostolado sin cortapisas, porque lo mío es un apostolado en toda regla. Dirijo un grupo de adeptos: nos proponemos silenciar el planeta en unos pocos años. Enseñaremos a escribir a los dos continentes ágrafos y repartiremos bolígrafos y papel a todo el mundo que nos lo pida. Decretaremos el día en que todo el mundo callará y en el que a partir de entonces sólo se oirá el deslizarse del lápiz sobre el papel como ente sonoro primordial, que caracterice y simbolice a la humanidad y al mundo a partir de entonces. Ni una palabra más desde ese fausto día. Sé que Dios me entiende, porque Él siempre trabajó en silencio y sin tener a nadie con quien consultar sus magnos proyectos. Es el primero de mis seguidores. Con su ayuda sé que mis ideas tomarán consistencia y que silenciaremos el mundo dentro de poco tiempo. Le voy a regalar a Dios una pluma Mont Blanc®, de las gordas.