+

FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



6.4.11

195. Íntimas carencias


          Voy ganando en sabiduría lo que pierdo al mus. Como un cristal mal azogado que pierde en especularidad lo que gana en trasto viejo de desván. Somos vasos comunicantes en un mundo de compartimentos incomunicados. Amamos menos cuanto más nos amamos a nosotros y nos aman menos cuanto más amamos a los restos confusos de los demás, aquellos que han perecido en una batalla de amor o en un combate de incomunicados desdenes. Los naipes del corazón sólo saben hacer solitarios. El ajedrez lo jugamos con Dios, que siempre pierde, y a la ruleta jugamos todos contra todos y siempre gana el contrario. En el odio, aunque parezca lo contrario, siempre vencemos, o al menos, siempre salimos con parte de un pequeño botín ensangrentado. Algo es algo; sin embargo, en el amor, aunque sea diocesano, incluso en un amor ecuménico, salimos como sotas enajenadas, perseguidos por reyes a caballo sin atisbar siquiera al arlequín que nos pudiera salvar con una mojiganga redentora. Ahora es de noche en este miserable casino. Los ujieres y los maceros de corte están dormidos sobre los cadáveres de los últimos crupieres. Una bambalina roja tapa las piernas de la cigarrera asesinada, sólo se ven los tacones acharolados y el comienzo de la costura de una media tersa y salpicada de sangre.