En la era posibilista de
Drummond, bueno cerca de la era, vivía Simmons en una pequeña choza simbolista.
Se llevaban a matar, claro está. Mientras éste leía sobrecogido el exabrupto
teológico de Bloy, aquél dormitaba entendiendo (poco) entre líneas a Comte.
Cerca de los ciruelos frondosísimos de la huerta de la finca de la condesa de
Sals-Nëu había un estrafalario constructo paralelo a la abadía de los Frailes
Túrbidos de Saint Antoine. Un constructo es una entidad hipotética de difícil
definición, pero dentro de una teoría que la engloba y la nutre. Por tanto,
allí, en esa precisa localización no pintaba nada. Las meras entelequias que,
ésas sí, se veían por aquí y por allá en la comarca, cumplían su función banalizadora
y astringente en la mente labriega y en la mente hidalga, más nunca, en
subiendo el social escalafón, dirimían cuestiones de más amplio y alto rango
conceptual. Los pobladores todos así lo sabían y entendían. Todos menos dos: Drummond
y Simmons. El dueño de la era era hábil, pero perezoso; el ocupante de la choza
era inhábil, pero muy activo. La zona más filosófica de la Bretaña es sin duda
la de Morbihan, allí, según las cifras que nos ofreció el martes pasado monssieur Lecrèrc, del Departamento Bretón
de Estadísticas, hay en dicha región un filósofo cada kilómetro cuadrado, es
decir hay censados 6.823 filósofos en la zona bretona de Morbihan. Por
escuelas, éstos se dividen de la siguiente guisa: Pitagóricos (11), Epicúreos
(16), Estoicos (9), Cínicos (18), Platónicos (109), Neoplatónicos (123), Sofistas
(3), Escolásticos (711), Nominalistas (87), Humanistas (609), Racionalistas
(444), Empirista (199), Positivista (1109), Neopositivistas (71), Existencialistas
(280), Marxistas (3.024), Estructuralistas (34), Neokantianos (50), Humanistas
Cristianos (399), Deconstructivistas (106), Filósofos de la Liberación (281). No
obstante, puédese pensar, y de hecho así muchos lo piensan, que existen
filósofos feraces, cimarrones, salvajes, anárquicos en sus quehaceres de
pensamiento y doctos en la usurpación de su propia imagen, ya sea ocultándola o
disimulándola bajo variopintos ropajes o bizarros disfraces. Este pensamiento
filosófico bretón oculto disemina el polen de las ideas en ámbitos siempre
oscuros, zonas alejadas de los humanos conglomerados metropolitanos conocidos y
consabidos, haciéndolo entonces en excusados tabernarios, vestuarios de
gimnasios proletarios de boxing, cuadras de desmontes, patios de conventos
escombrados o jaulas extintas de extintos zoológicos. No por ello estos
pensamientos distan de la excelencia canónica, incluso alguno albergaría la
gloria si desarrollara su tesis en foro adecuado, pero la vida del filósofo
boscoso o del tendente a las sombras de las ruinas de palacio es enemiga de la
lógica del aire y de la concatenación de hechos de esta vida real a la que
tanto aborrecen y que tanto los aborrece a ellos. Así pues, nos quedamos con
los filósofos censados y a los otros que les den dos francos antiguos y emigren
a los cantones suizos, donde podrán lamer las efigies escultóricas en mármol,
bronce, piedra granítica o alabastro de Lavater, Prévost, Rousseau, Piaget o
Vanier, todos ellos muy filósofos, muy suizos y muy poco dados a perderse en
los bosques de Bretaña. Drummond y Simmons se desvanecían en su era, en su
choza, como entes silogísticos entre las pléyades del mar del Norte en espera
de una aurora boreal que diera cierta inmanencia a su rancia disputa, deseando
la elisión de algunas líneas erróneas del pensamiento del otro, aun sabiendo
que ello era pura desazón del espíritu. Ni Drummond ni Simmons habían estado
nunca en el Mont Saint-Michel, aunque siempre soñaron con en el suicidio del
otro en su adyacente bahía.
+
FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
30.3.19
17.3.19
446. Mis seres queridos
“En este espacio sin medida y sin color, sin
tiempo ni dimensiones apreciables, en este mundo sin ideas ni sonidos, sin
aromas ni sensaciones, en este mundo sin emoción ni instinto, sin angustia ni
agonía, sin presagios ni recuerdos, sin alegría ni miedo, sin esperanza ni
amor, en este mudo sin principio ni fin ni Dios, en esta nada de eternidad
inconcreta vivo escueto y sonrojado en la inacción absoluta de un pensamiento
tan efímero como inútil. El arañazo universal se desvanece en una falsa ilusión
sin origen y sin futuro, porque el pasado nacido de una perplejidad ahonda y
ahonda en un sumidero imaginado y tan real como la mayor de las mentiras. De
oscuridad incierta como la luz de las palabras surge una apreciada e inapreciable
negación que la infravida y el inframundo amarillean en una especie de ceguera inconsútil,
desvanecida en inciertos paisajes nunca vividos ni recordados, pero sí aludidos
en otros mundos de dimensiones desconocidas u olvidadas. En este etéreo ámbito,
sin yo ejercer el poder no conferido, las huestes horrísonas e irisadas de los
mitos venideros, cuya sede necesaria suele estar en sitios innominados, asolan
a los inmundos entes, que como yo, coexisten de modo infra-atómico en una
nonada delicuescente y sin esperanza a la que poder asimilarse”.
Estadísticas:
Páginas
1
Palabras
213
Caracteres
sin espacio 1077
Caracteres
con espacios 1300
Párrafos 1
Líneas 14
Fuente Calibri (Cuerpo)
Estilo Filosófico-científico. Ciertamente metafísico.
Directo aunque especulativo. Didactismo dudoso.
Calificación
editorial 3,5
Calificación
popular 0,5
7.3.19
445. No era Indalecio Prieto
He perdido el sentido de humor.
No sé dónde lo he puesto. Tampoco sé en qué momento lo he empezado a echar de
menos. Por cierto que a su vez, también he perdido mi talento literario o
aquello a lo que yo denominaba de tal modo, quizás en un imperdonable acceso de
vanidad. Existe la posibilidad de que los haya perdido ambos en el mismo lugar
y el mismo instante, podría ser. Lo cierto es que son dos pérdidas importantes
para mí. No tengo muchos sitios ni muchos instantes en los que buscar, y
ninguno de los dos, ni el talento ni el humor, tienen una forma reconocible
para dar con ellos de un simple vistazo. Me comunica mi director gerente que
ambas cosas se van diluyendo con el paso de los años, pero tengo por costumbre
poner en duda lo expresado por hombres zambos, y por entre las piernas de mi
director gerente pasaría sin roce alguno la gorda Graciana, la de recursos
humanos. La vejez vislumbrada no ha de conllevar forzosamente la merma del
humor y del talento, es más, los más acrisolados intelectuales de esta sociedad
que habito, aparte de ser unos vejestorios de mierda, permanecen anclados en su
sempiterno y fino humor así como en el más sólido y bruñido de los talentos. La
decadencia en mi caso ni tan siquiera la considero, tan solo ocurre que me he
convertido en un ser ciertamente perdulario. No es sólo el talento y el humor,
ejemplo de entidades inmateriales y abstractas, es que también he perdido en
los últimos cinco meses cinco objetos materiales de un valor mayor o menor, pero
importantes per se para la obtención de una mínima felicidad
en el planeta, quiero decir para la obtención de una mínima felicidad de mi
persona en este planeta Tierra en el que nos encontramos y no en otro, en el
que, obviamente no nos encontramos ni nos encontraremos. Entiendo que esto a
ustedes les interesa muy poco, apenas nada, les importa una higa, pero así y
todo voy a hacer la relación pormenorizada de estos objetos para mí tan
esenciales, voy allá:
01. Un relicario de plata
repujada con una cadenita igualmente de plata, que guarda en su interior once
pelos de mi primera novia, que se llamaba (ya murió) Nicasia P.: un pelo de su
rubio cabellito, una cejita, una pestañita y los otros ocho, de su enorme
pubis.
02. Un sello de Franco de una
peseta de 1945. Picasso con un lápiz Alpino® colorado le pintó cuernos (sólo
uno, porque el Caudillo está representado de perfil) y lo firmó. La escena
ocurría en el Café Procope de París. Mi abuelo estaba en la mesa de al lado.
Vio como el pintor le daba el sello a la linda camarera, que resultó ser de
Astorga, y que al punto guardó en su almidonado delantal la estampilla con
nerviosa sonrisilla y arrebol en sus mejillas, pero su poca diligencia y
nerviosismo hizo que el regalo postal de Picasso se cayera del bolsillo del
delantal sin que la astorgana o el pintor se dieran cuenta del hecho. Mi
abuelo, disimuladamente lo cubrió y lo arrastró con su pie y con el mismo
disimulo lo recogió. El sellito en cuestión sirvió para dos cosas: tener un
Picasso en casa y que mi abuelo se casara en segundas nupcias con la camarerita
de Astorga, mi abuelastra, Wendy P.
03. Una lata de atún blanco marca
"Lola" de 125 gramos del año 1982. Fue lo primero que compre con mi
primer sueldo en la ferretería de mi tío Silas P. allá en Fuencilla de
Torquemada, provincia de Guadalajara. Al poco, tío Silas murió de sífilis
terciana. Yo usaba la lata de pisapapeles en mi despacho.
04. Un ojo de vidrio de la muñeca
"Polly Doll", que perteneció a mi prima, Visitación P., muñeca
a la que enucleé uno de sus ojos con una navaja Vitorinox® que me regaló mi padre
por mi decimotercer cumpleaños. La Visi, lo que es la vida, perdió un ojo de
mayor durante una clase de costura, al enredársele un acerico entre sus bonitos
y sedosos bucles rubios.
05. Un llavero con el escudo de
la Cultural Leonesa, mi equipo de fútbol favorito. El llavero portaba
enganchada una sola llave, que abría un artilugio de complicada mecánica y que
no interesa a nadie saber más de este asunto.
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