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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



19.2.19

443. Latinajos y tinajas


          Luis José Gili Poyatos sufrió mucho durante su niñez y su adolescencia, sufrimiento inherente al hecho de arrastrar, como vergonzoso fardo, el peso de semejantes apellidos. Pero una vez que se hizo multimillonario, ya todo le dio igual, incluso se cambió, acortándolo, el segundo apellido, dejándolo en Poyas, y cambiando igualmente su nombre, que dejó de ser Luis José, para llamarse, a partir de entonces, Soyún, nombre árabe muy corriente en el sur del Yemen. Sus tarjetas de visita, por tanto, lucían orgullosas en huecograbado su nuevo nombre: Soyún Gili Poyas. Desde ese momento disfrutó y disfruta una enormidad al presentarse en lugares en los que su inmensa fortuna le otorga tal halo de prestigio y honorabilidad que hace imposible para todos los presentes la menor de las muecas de burla o el más leve comentario jocoso, so pena de caer en desgracia para siempre ante el presidente del holding y acabar la sesión con un fulminante despido.
          Mi nombre es Mario Marí Kohn y también sufrí lo mío en el colegio, en el instituto y en la Universidad, bueno, en todos lados, porque no me hice millonario como Luis José (Soyún), y a los que me presento en el lugar que sea se les afloja el muelle de la risa, e incluso algunas señoras mayores ha habido que se han orinado al oír cómo me llamo. Conocí a Soyún (Luis José) en un concierto de oboe, al que acudimos los dos equivocados, pues la sala a la que pretendíamos ir era la que ofrecía esa tarde un concierto de pífano a dos manos, instrumento éste al que los dos éramos y somos muy aficionados. Tras el equivocado concierto de oboe, Soyún me invitó a un expreso en la cafetería del conservatorio y luego a un cóctel (un Balalaika) en Casa Lupe, afamado prostíbulo metropolitano, al que sólo había oído hablar de oídas, bueno, al que sólo oía de habladurías que había oído, bueno, quiero decir que oía, de oídas, habladurías que sabía que oía, pero que eran habladurías. Yo no me explico bien, nunca me he explicado bien. Lo voy a intentar de nuevo, es que estoy nervioso, no sé por qué. 1º) Nunca he ido de putas. 2º) Mi nuevo amigo, sí, porque todos los camareros en Casa Lupe le decían don Soyún, y las pupilas se le acercaban con sus bonitos abanicos y le daban discretos y coquetos golpecitos en la entrepierna. 3º) Yo había oído tres veces que existía un lugar así (una vez dos soldados hablaron de ello en un tranvía estando yo presente a pocos centímetros, otra vez dos señoras hablaros de ello en otro tranvía estando también yo presente a pocos centímetros, y una tercera vez dos seminaristas hablaron de ello en un submarino estando yo igualmente presente a pocos centímetros). Por tanto, ahora sí lo voy a decir bien: sólo conocía Casa Lupe de oídas. Fueron cuatro las balalaikas que ingerimos. Al ser éste un combinado agitado que lleva 75 mililitros de vodka, 45 de licor de naranja y 35 de zumo de limón, además de una guinda verde, trasegué en poco tiempo 300 mililitros de vodka y 180 de Cointreau (el limón y las guindas sólo sirvieron para dar una tonalidad verde-amarillenta al copioso vómito posterior). Una borrachera, pues, importante la que cogimos el Suyún y yo. Además, por primera vez en mi vida, accedí carnalmente a un numeroso ramillete de jóvenes y bellas meretrices, que me hicieron pasar una tarde memorable, sino fuera porque no me acuerdo de nada, es decir, así tuvo que ser, porque Soyún me lo contó la semana siguiente, así que sólo sé de oídas lo que pasó en Casa Lupe (y no empecemos de nuevo). Estuve dos días de resaca y cinco metido en un submarino antes de volver a ver a Soyún, porque mi empresa se dedica a la comercialización y venta directa de embarcaciones submarinas para órdenes religiosas. La semana no se dio mal y fueron tres las unidades vendidas: un submarino nuclear para los Hermanos Dominicos de Portonovo, un modelo básico (sin duelas ni sotalugo) para los Monjes Urticariantes de Cartagena, y uno equipado con armamento químico y batiscafo para las Hermanas Consolidadas de Panticosa. El sábado, muy temprano, me llamó Soyún, que sólo sabía de mí que me llamaba Mario, que gustaba de oír el pífano y que sólo había ido de putas una vez en la vida, hacía una semana precisamente. Cuando le vi llegar por la avenida de Los Templarios —habíamos quedado en la terraza del Café Saigón— me levanté para saludarle y nada más sentarse le confesé la cruda verdad de mis apellidos. Él no sólo no mostró ni el menor atisbo de burla, sino que incluso llegué a notar ciertas arruguitas de conmiseración en sus arcos cigomáticos y una como acuosidad en sus ojos muy cercana a la consistencia de la lágrima. Puso su mano sobre la mía y me dijo: "Me llamaba Luis José Gili Poyatos. Ahora me llamo, porque así lo quise, Soyún Gili Poyas y porque de perdidos, al río. Y al que se ría le jodo la vida de por vida". Mi admiración por Soyún creció exponencialmente en un instante. Su concisa declaración y el tono con la que la expuso me amistaron con él hasta el fin de los tiempos. Creo que a Soyún le ocurrió lo mismo. ¿Y qué otra cosa mejor se podría hacer en aquella extrema circunstancia que marchar a celebrar el comienzo de tan entrañable amistad a Casa Lupe, donde a ritmo de balalaikas nos refocilaríamos con el nutrido ballet de tiernas hetairas casalupanas hasta el amanecer? 
          Y eso hicimos, ¡vive Dios! Es, por consiguiente, la segunda vez que me voy de putas en mi vida, y en menos de diez días.

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