Al principio aparece un hombre con un maletín rojo de cocodrilo. Se le ve asustado, mira atrás, se siente perseguido. Detiene un taxi, se sube y se va. A continuación surgen los títulos de crédito. La primera escena de la película transcurre en la cabina de mando de un transatlántico. El capitán fuma en pipa mientras detrás de él los oficiales estudian unas cartas de navegación sobre una mesa. Llaman a la puerta, un marinero entrega un cablegrama al capitán. Su gesto se ensombrece. Manda que paren las máquinas. La cámara efectúa un traveling y un picado panorámico del barco. La música realiza un crescendo hasta alcanzar una cota sonora bastante dramática. La imagen gira a la derecha y aparece el tentáculo vibrátil, viscoso, ominoso del gran pulpo. Fundido en negro. La pantalla se ilumina de nuevo. La corista Margot se sube la media de la pierna derecha y la sujeta con elegancia, agilidad y un punto de sensualidad al broche del liguero. Se ajusta ladeado el sombrero de copa y se dispone a salir al escenario. El dandy Antonio la observa desde el sillón orejero mientras fuma en su larga boquilla de carey. Le arroja un beso con la mano a Margot. Ella hace una mueca de asco y se va. Se deja oír música de fanfarria cabaretera. Antonio se levanta y se sirve un whisky de una mesita ad hoc que se halla al lado del tocador de la cabaretera. Efectúa unos medidos pasos de baile y ríe a carcajadas mientras acaricia el aire con una mano enguantada de blanco. La puerta del camerino se abre lentamente sin que el dandy se percate. Un disparo corta el aire y Antonio cae fulminado. La puerta se cierra con similar lentitud. En la siguiente escena, el inspector de la brigada de homicidios Mike lee los titulares del asesinato en la prensa mientras toma café en la cafetería de Marcia. Enciende un cigarrillo y se mete en la cabina telefónica del local. Habla con Troy, antiguo compañero en la brigada y a la sazón antiguo novio de Margot. Quedan en verse esa noche en la bolera de O`Bannon. Cambio de secuencia: camarote de Mr. y Mrs. Kincade. El matrimonio se prepara para la cena. Se preguntan por qué han parado las máquinas en mitad del océano. Detrás de Mr. Kincade se distingue el ojo de buey del camarote y tras él, el gran ojo vidrioso del enorme pulpo.
Luego nos sacaron a escobazos de las celdas de contención y nos introdujeron en carretas de romería con destino a las fábricas de flecos para gaitas (al menos eso fue lo que nos dijeron, ya se verá que fue todo una cochina mentira). A Úrsula la separaron del Monje Rojo y lloraba con incandescencia de bruja núbil. A mí me ordenaron sacerdote allí mismo, antes de subir a la carreta enjaezada con envoltorios de antiguos bimbollos y estampas de futbolistas gitanos. Al final de la larga marcha por las arenas llegamos a la aldea donde nos quemaron vivos a todos menos a mí, que me cosieron los orificios (todos los orificios) y me dejaron en un tonel de salmuera para ser comido por el Bog de Davos, rey del lugar y mecenas de los Artistas Dementes de Talmudia (los ADT). No sé cómo, pero pude escapar con la ayuda de un pulpo gigante. Posteriormente la suerte me sonrió y me encontré un maletín de cocodrilo con 700.000 rupias y me embarqué en un gran crucero por el Atlántico. Allí conocí a la que actualmente es mi esposa, Margot, antigua actriz de mucic hall y, según me confesó, asesina por vicio de niñatos de pelo engominado y poses de dandy amariconado. Posteriormente me hice policía, también por vicio, y descubrí un complot para matar al viceconsejero Luis. Implicados en ello estaban un compañero, llamado Mike, una tipa, llamada Marcia, que regentaba una cafetería cercana a la comisaría, y un ex-policía que, hay que tocarse los huevos, fue novio de mi mujer.
Mi nombre, por cierto, es Timothy Kincade.
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