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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



22.8.15

356. Brígida se va


         
Los cantantes ágrafos de Onteniente (Ontinyent) existen en la medida en que dejan de existir las alcuzas de latón en los anaqueles de las tiendas de abarrotes de Totana (Totanya). Esto que escribo es puro estertor abstracto de una idea que persiguió a mi padre y al padre de mi padre, es decir, a mi tío Andresito, ya que éste se acostó con mi abuela y engendró (mi abuela) al padre de mi padre, que, a su vez, en buena lógica, es mi tito. O algo así.
          Cuando niebla en las cumbres del Maestrazgo, truena en el Plantío, y cuando mece el cierzo las espingardas de los soldados del Mons, turbiea el Turia como un Darro ahíto de sangre almohade.
          Almería es mora y aquitana a la vez, como Melilla es el oasis de un Gobi sahariano, castrense y castizo en un unísono de olor a caballa y a sudor de regular tamborilero. 
          África es Levante y Valencia tiene a un Cid Moro con cara de anguila sosa que elude el pasado con afanes tan poco mediterráneos, que la pesca en los deltas y la criba del arroz sarraceno ya no espanta ni a los curas ni a los turistas con poco apego fallero.
          Y subimos por la planicie del Mare Nostrum, del Nostra Damus, del Bambel y del Tornil hasta acotar desmanes crepusculares en los altos del Tibidabo monserratino, desde donde despeñan seminaristas garrapiñados y hermenéutas de guirlache como flores de estrambote carnavalero. Los arrojan al vacío los frailes gordos y viejos y los somatenes que aún resisten en las cumbres gritando consignas anti-republicanas a quien quiera oírlas y en cualquiera de los idiomas civilizados. 
          El Ampurdán arde, el Pirineo estalla de ciclistas veteranos y de aroma afrancesado, todo huele a mantequilla, y el eco de instrumentos de viento antiguo y fuerte ya se oye allende las verdes colinas de oscura turba, de piedras equinocciales  y lagares de vino malo. Soles y lunas como quesos, toda la Naturaleza comiendo sin parar, animales que no cesan, un ansia ganadera, miles de patos, idiomas mortales en bocas de lánguidos pastores, brañas aceradas y mujeres tristes como hombres de lodo noble y temores largos, escopetas humeantes, peces misteriosos, mariscos adheridos al blanco de los ojos, muerte en el cabo de la muerte, 
          Irlanda falsa en cada tiburón, en cada cañada. Las banderas que no existen, vacas y alamedas, los ríos que aparecen, desaparecen y vuelven a volar por encima de esas nubes anodinas que presagian, porque las nubes, dicen mis ancestros, presagian, yo nunca vi a ninguna presagiando cosa alguna, pero es que yo soy de Zamora, que es donde finaliza este relato agricorto, mensurado, caliginero y fadusto, al que salpico con mi desmesurada prosapia de gaditano exento, ubicuo, con problemas personales numerosos, pero gaditano hasta la médula leonesa de mis huesos extremeños, huesos que claman y clamarán siempre por una Andalucía libre, laica, mariana y comunista. Por una Andalucía castellana, monacal, caciqueña y legionaria, porque así lo quiso Dios y porque así lo quisieron los otros dioses, que son tres.

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